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352 pages, Hardcover
First published January 1, 2002
We burned with love for ourselves, all of us, starters of the fire we suffered—our love was the affliction for which only our love was the cure.Yes, there is a lot of talk of love in this book. (I think JSF wrote it before he got himself hitched.)
They reciprocated the great and saving lie—that our love for things is greater than our love for our love for things—willfully playing the parts they wrote for themselves, willfully creating and believing fictions necessary for life.
She never ran from his fists, but took them, went to them, certain that her bruises were not marks of violence, but of violent love.
The Kolker was trapped in his body—like a love note in an unbreakable bottle, whose script never fades or smudges, and is never read by the eyes of the intended lover—forced to hurt the one with whom he wanted most to be gentle.
“Soy una buena persona que vivió una mala época�Como esos títulos que tienen forma de ola o de montaña rusa en los capítulos de una de las partes que de forma alternativa se van sucediendo a lo largo de todo el relato, así fue mi experiencia con la novela: grandes subidas y suaves descensos, sin que ello signifique que, como en ese carro que se hunde en el río en el inicio del relato histórico del que van saliendo a la superficie objetos de muy diversa índole, no aparecieran en esos declives de vez en cuando párrafos maravillosos. El final, como en las etapas ciclistas de montaña, es en alto, aunque después haya un pequeño descenso hasta llegar a la meta.
“El fin del mundo ha llegado a menudo, y sigue llegando con la misma frecuencia.�La novela se inicia con mucha fuerza gracias a las divertidísimas reflexiones que Alex hace acerca de lo que fue su trabajo como traductor para Safran Foer en Ucrania mientras este se documentaba sobre sus ancestros judíos con el fin de escribir una novela, su primera novela, una preciosidad durante buena parte de la poética, dura, mágica y triste historia.
“Para Brod, la vida era la lenta constatación de que este mundo no estaba hecho para ella, y de que, por la razón que fuera, ella nunca podría ser feliz y sincera al mismo tiempo� Nada conseguía ser más de lo que era en realidad. Eran solo cosas, prisioneras de su propia esencia.�Como enlace entre ambas partes están las cartas, divertidas en un principio, muy amargas a medida que avanza la historia, que Alex escribe a Safran comentando los capítulos de la novela que este le va enviando, y que nosotros también leeremos, al mismo tiempo que discutía los comentarios que el novelista le hacía sobre el relato que Alex iba escribiendo acerca de sus días en Ucrania y que este le enviaba a su vez, también con una deriva desde lo divertido hacia lo doloroso. Cartas que, copiando su estilo y sus expresiones y hasta frases enteras, podría yo enviar a Safran para decirle:
“De manera que no se hizo nada. No se tomó decisión alguna. No se preparó ninguna maleta, ni se vaciaron las casas. No se construyeron trincheras ni se blindaron edificios. Nada. Esperaron como tontos, sentados como tontos, hablando, como tontos…�Pese a todo, te reiteralizo lo de los rosados cosquilleos y mis muchos embelesos. Si tu diana era hacer algo de lo que no avergonzarte, puedes conformarte mucho.