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756 pages, Paperback
First published January 1, 1951
El cuerpo de un hombre es como el brillo de una llanura luminosa de la que se tiene una perfecta perspectiva. A diferencia del cuerpo femenino, no ofrece el asombro de descubrir un peque?o manantial en cada paseo, como tampoco una mina, donde, al adentrarse uno, percibe cristalizaciones. Todo es exterior, la encarnación de la pura belleza visible. Uno pone todo su amor, todo su deseo en la primera curiosidad ardiente, y luego el amor invade el espíritu o se desliza alegremente sobre otro cuerpo.
No he elegido un objeto sobre el que pueda plantear preguntas y dar respuestas. Pero interrogar es mi destino. Estás aquí, tú, la hermosa naturaleza. Estoy aquí, yo, el espíritu feo. Este es el esquema eterno. No hay álgebra capaz de intercambiar los términos. Dicho esto, hoy no tengo ninguna intención de despreciar a propósito mi espíritu. El espíritu también contiene elementos valiosos.
La atracción sexual de la mujer, su instinto de coquetería, todas sus capacidades de seducción son otras tantas pruebas de su inutilidad. Lo que es útil no tienen necesidad de seducir. ?Qué desplifarro es que el hombre deba sentirse atraído por la mujer! ?Qué baldón para la espiritualidad masculina!