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La vida, infinita por delante; los planes, las impaciencias de la juventud. Conocer la Fortaleza Bastiani comenzará a cambiar a Giovanni Drogo: cuando vuelve a la ciudad luego de cuatro años observa, extrañado, a sus amigos, entretenidos y distraídos por los afanes de la vida, ajenos, lejanos. La fortaleza y el desierto se le han metido en el alma. El desierto alimenta una esperanza distinta, paciente y perseverante. Los años desertifican el alma, en un tiempo que corre cada vez más veloz en desgaste, más lento en esperanza. Ese cuerpo vencido ya no podrá mostrar que es un valiente; sólo queda el último acto de valentía, en soledad, sólo para él. El Capítulo VI irradia sabiduría; el final, es la liberación del Himno a la alegría.