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"Siempre he sabido que algún día volvería a estas calles para contar la historia del hombre que perdió el alma y el nombre entre las sombras de aquella Barcelona sumergida en el turbio sueño de un tiempo de cenizas y silencio. Son páginas escritas con fuego en el amparo de la ciudad de los malditos, palabras grabadas en la memoria de aquel que regresó de entre los muertos con una promesa clavada en el corazón y el precio de una maldición. El telón se alza, el público se silencia y, antes de que la sombra que habita sobre su destino descienda de la tramoya, un reparto de espíritus blancos entra en escena con una comedia en los labios y esa bendita inocencia de quien, creyendo que el tercer acto es el último, nos viene a narrar un cuento de Navidad sin saber que, al pasar la última página, la tinta de su aliento lo arrastrará lenta e inexorablemente al corazón de las tieneblas".

¿Cómo no amar este libro cuando, en la primera página y a modo de nota de Julián Carax, el autor te advierte de todo lo que va a suceder? Pero, claro, todo lo entiendes una vez has leído la última palabra, cierras el libro y todo el peso de la historia cae sobre ti. ¿Cómo no amar este libro cuando en él se unen todas las líneas de historia de La Sombra del Viento y de El Prisionero del Cielo? ¿Cómo no amar este libro cuando su personaje principal es el más querido por nosotros los lectores: Fermín Romero de Torres? ¿Cómo no amar este libro si lo escribió Zafón y encima puedes leerlo con las canciones que él mismo compuso? Es imposible no adorar cada palabra de El Prisionero del Cielo.

Este libro, que está situado temporalmente después de La Sombra del Viento empieza con Daniel, casado ya con Bea y con un hijo al que ha llamado Julián, trabajando junto a su padre en la librería de los Sempere. En un momento, llega un hombre misterioso pidiendo comprar el ejemplar más caro de El Conde de Montecristo sólo para dejar el ejemplar del libro con una nota dentro dirigida a Fermín e irse. Cuando Fermín vuelve y encuentra esa nota, todo su mundo se cae a pedacitos y empieza a recordar su pasado, un pasado que preferiría dejar enterrado, pero que es hora de revelar a su gran amigo Daniel.

Lo increíble de toda la historia de Fermín, además de que estuvo preso en el Castillo de Montjuïc durante los peores años del régimen franquista en España, es que entendemos que él es la clave que une los destinos de todos y cada uno de los personajes que hemos conocido en El Cementerio de los Libros Olvidados. Esta truculenta historia de Fermín nos contará que las vidas de Daniel, David, Bea, Cristina, Julián y todos los demás no son tramas separadas, sino que todas estuvieron destinadas a cruzarse y unirse a lo largo de estos años de guerras, revoluciones y ciudades grises y llenas de ceniza.

Quizá lo más impactante de El Prisionero del Cielo es ver el giro que está dando el personaje de Daniel. Del chico dulce y enamorado de antes queda poco y se está abriendo una grieta, gracias a la verdad que encontramos en la historia de Fermín sobre Isabella y la suerte de otros personajes, que se está llenando de ganas de venganza y de oscuridad. Sin embargo, esta sed de venganza aún deja espacio al gran sentido de amistad, lealtad y amor que une a Daniel y Fermín. Amistades así, que trasciendan problemas y el tiempo, hay pocas en los libros.

El Prisionero del Cielo es una historia inquietante y diferente a las dos entregas anteriores, pero no por ello carece del mismo estilo narativo y la proeza de Zafón para introducirnos en una Barcelona que embruja y que te transporta a las Ramblas, a las frías celdas de Montjuïc o a los rincones más escondidos del Cementerio de los Libros Olvidados. Un libro a la misma altura de sus predecesores, cuyo final nos deja expectantes a lo que sucederá en El Laberinto de los Espíritus, que promete ser intenso, emocional y de tintes absolutamente desoladores y oscuros.


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"Intentar detener a Isabella es como intentar detener un tren de carga: una misión para tontos".


"—Yo en principio soy ateo —informó el paciente��. Aunque en realidad tengo mucha fe.
—Como mucha gente. Descanse ahora, amigo mío. Que el cielo puede esperar. Y el infierno le viene pequeño".