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10 días y 595 páginas después. La mítica continuación de Trainspotting. La saga de los cuatro drogadictos más queridos por la cultura pop. Lo primero es que ahora tengo unas irrefrenables ganas de leer Skagboys, la precuela.

Por supuesto que hubo cosas que me gustaron y otras que no. Sigo detestando con todas mis fuerzas (aunque llegó a mi memoria esa plática que tuve con alguien que me decía que Spud representaba todo lo bueno de la sociedad) a Spud, Sick Boy me parece un incomprendido egocéntrico con buenos puntos, Renton un hijo de perra traicionero (en el libro no se gana tu corazón como en la película), y Begbie uno de mis psicópatas favoritos de toda la vida.

Sí me preguntaran que preferí si la película o el libro sería algo que no me arriesgaría a decir porque van de cosas totalmente diferente. Totalmente. Aunque conservan escenas o tintes parecidos son muy diferentes, por el simple hecho de que tienen momentos y fines diferentes. Me encantaría hacer un análisis terriblemente profundo de la psique de todos los personajes. Desde el más majarra (HOSTIA PUTA la traducción destruye al libro totalmente, SO CACHO CABRON) hasta el más ingenuo.

Hay tanto que aprender en este libro, pero apuesto que no tanto como en Trainspotting. Es un libro que disfruté y quise leer más rápido, pero igual creo que digeri a buen tiempo.

Creo que me excedere más en la reseña y puede que sea de lo mejor del año. Sí extrañaba a Welsh.

Jo que sí habrá reseña, tío.