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Con esta miniserie de seis capítulos iniciaban Jeph Loeb y Tim Sale su viaje por los orígenes de algunos de los pesos pesados de la Marvel. Y ya en este primer volumen dejan claro cuáles van a ser el tono y la intención de su repaso. El elemento a explotar es la nostalgia, y la forma de hacerlo es mediante el uso de la carga emocional que conlleva la pérdida. Daredevil: Yellow se parece mucho en ese aspecto a la posterior (y superior) Spiderman: Blue. En ambos casos, el protagonista se comunica con su amor fallecido, cuya muerte no llegará a verse, para hacerle partícipe, desde la máxima intimidad, de los sentimientos que invadieron al personaje en los diferentes hechos que alumbraron el principio de sus relaciones. En Capitán América, el elemento pivotante será Bucky y en Hulk: Gris, Betty, ambos fallecidos en el tiempo del narrador. Lo cierto es que la única obra en la que la emoción se propaga desde las páginas hasta el lector es la dedicada al trepamuros. En la que nos ocupa, el intento no es coronado con el éxito, aunque la historia está bien trenzada y pulsa correctamente las teclas de la amenidad. Quizás el problema sea la división, pues aunque el narrador se dirige a Karen en todo momento, hay una muerte que logra ocupar un mayor lugar en la historia, la del padre que da origen al superhéroe, cuyo fin sí podemos ver.
El trabajo del dibujante Tim Sale y el colorista Matt Hollingsworth luce tan atractivo como siempre. El tiempo está separado por el uso del color, los fondos grises del presente adquieren colorido solo cuando la mente de Matt retrocede. Me ha resultado llamativo comprobar el gran parecido de este Murdock con el de la serie de Mark Waid, tanto en carácter como en aspecto. Para la anécdota dejo ese "Matador", supervillano vestido de torero, que tanta gracia me ha hecho. En lo principal, Daredevil: Yellow es un cómic bastante agradecido, fácil de disfrutar, principalmente porque la historia que cuenta se apoya en ese pasado del personaje tan del cine clásico, de gimnasio de barrio, con un padre boxeador cuya honestidad le gana un balazo mortal y un muchacho que busca venganza entre los antros y callejones de una ciudad herida por la mafia.
Buscando la esencia de estos volúmenes creados por Loeb y Sale, un lector bregado se dará cuenta en seguida de que aquello que aparece primero al fondo de los relatos y finalmente sobre ellos no es otra cosa que el elemento diferencial que Stan Lee aplicó a sus creaciones, lo que catapultó a los personajes Marvel a la fama. A la busca de qué identifica a estos superhéroes, qué los hace únicos, es inevitable toparse con el elemento humano, con los pies de barro, y recordar quién puso el concepto allí.