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El camino
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Daniel, el Mochuelo, nos relata, poco tiempo antes de marchar para continuar sus estudios fuera, la vida en su aldea castellana, que si no me falla la memoria no llega a concretarse en todo el libro, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. Estas últimas son producto casi en su totalidad de las personas que habitan la bonita aldea castellana en la que Daniel, el Mochuelo, ha pasado toda su corta vida junto con sus peculiares amigos, el Moñigo y el Tiñoso, que le ayudaron, sin quererlo, a encontrar todo el encanto del valle y de su pueblo.
La belleza del pueblo, la que no viene de fábrica por su entorno, se la han dado las personas, hombres y mujeres, que a lo largo del tiempo le otorgaron de un significado y cuya base se ha ido manteniendo, pero han permitido que lo perfectible se modificase poco a poco. Pero a veces la gente del pueblo se estanca en estereotipos y en actitudes que poco hacen por embellecerlo. Sobre este tema irá la historia que Miguel Delibes a la edad de treinta años decidió contar. Nos hablará, al igual que lo hicieron muchos escritores anteriores y contemporáneos al autor, de una España rural, de su vida y de su muerte.
Y es que en el pueblo hay dos tipos de personas: los que confÃan en su fuerza y los que lo hacen en su pico para un mismo fin. El objetivo es en ambos casos complicar la vida a los demás. Y es que los pequeños pueblos pueden mostrar lo más hermoso de la vida como lo más feo.
Al principio Delibes nos habla de la vida, de las desgracias de sus personajes de sus aspiraciones, de sus errores, de sus amores, de las aventuras y desventuras del Mochuelo y sus amigos. Pero al final, de manera inevitable dirÃa, nos habla de la muerte, de lo efÃmero de todo, de cómo se nos escapan entre los dedos los tontos momentos que solo valoramos cuando hace eones que se fueron.
Qué cierta es esta frase. El cambio, para algunos, nos resulta extremadamente complicado y poco deseado. No sé con certeza si basamos este temor en la experiencia o es infundado, pero lo cierto es que aparece cada vez que nos disponemos a dar un paso más en nuestros proyectos muchas veces truncados por esos mismos miedos.
El camino es una novela que entretiene, que cuenta verdades y que es crÃtica con aquellas cosas que disgustan de este mundo rural, con aquello que podrÃa ser mucho mejor, pero que no lo es, quizá limitado por la belleza y melancolÃa de su entorno. Yo he tenido la suerte, desgracia para otros, de criarme entre dos pueblos, aldeas más bien, y de vivir actualmente en una. Sé también que mi vida solo la entiendo en ellas, porque vivir en ellas tiene cosas malas y buenas, pero ¡qué bonitas son las buenas!
Daniel, el Mochuelo, nos relata, poco tiempo antes de marchar para continuar sus estudios fuera, la vida en su aldea castellana, que si no me falla la memoria no llega a concretarse en todo el libro, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. Estas últimas son producto casi en su totalidad de las personas que habitan la bonita aldea castellana en la que Daniel, el Mochuelo, ha pasado toda su corta vida junto con sus peculiares amigos, el Moñigo y el Tiñoso, que le ayudaron, sin quererlo, a encontrar todo el encanto del valle y de su pueblo.
Y Daniel, el Mochuelo, sabÃa que por aquellas calles cubiertas de pastosas boñigas y por las casas que las flanqueaban, pasaron hombres honorables, que hoy eran sombras, pero que dieron al pueblo y al valle un sentido, una armonÃa, unas costumbres, un ritmo, un modo propio y peculiar de vivir
La belleza del pueblo, la que no viene de fábrica por su entorno, se la han dado las personas, hombres y mujeres, que a lo largo del tiempo le otorgaron de un significado y cuya base se ha ido manteniendo, pero han permitido que lo perfectible se modificase poco a poco. Pero a veces la gente del pueblo se estanca en estereotipos y en actitudes que poco hacen por embellecerlo. Sobre este tema irá la historia que Miguel Delibes a la edad de treinta años decidió contar. Nos hablará, al igual que lo hicieron muchos escritores anteriores y contemporáneos al autor, de una España rural, de su vida y de su muerte.
Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua
Y es que en el pueblo hay dos tipos de personas: los que confÃan en su fuerza y los que lo hacen en su pico para un mismo fin. El objetivo es en ambos casos complicar la vida a los demás. Y es que los pequeños pueblos pueden mostrar lo más hermoso de la vida como lo más feo.
Todos eran efÃmeros y transitorios y a la vuelta de cien años no quedarÃa rastro de ellos sobre las piedras del pueblo. Como ahora no quedaba rastro de los que le habÃan precedido en una centena de años. Y la mutación se producirÃa de una manera lenta e imperceptible. LlegarÃan a desaparecer del mundo todos, absolutamente todos los que ahora poblaban su costra y el mundo no advertirÃa el cambio. La muerte era lacónica, misteriosa y terrible
Al principio Delibes nos habla de la vida, de las desgracias de sus personajes de sus aspiraciones, de sus errores, de sus amores, de las aventuras y desventuras del Mochuelo y sus amigos. Pero al final, de manera inevitable dirÃa, nos habla de la muerte, de lo efÃmero de todo, de cómo se nos escapan entre los dedos los tontos momentos que solo valoramos cuando hace eones que se fueron.
Los grandes cambios rara vez resultan oportunos y consecuentes con nuestro particular estado de ánimo
Qué cierta es esta frase. El cambio, para algunos, nos resulta extremadamente complicado y poco deseado. No sé con certeza si basamos este temor en la experiencia o es infundado, pero lo cierto es que aparece cada vez que nos disponemos a dar un paso más en nuestros proyectos muchas veces truncados por esos mismos miedos.
El camino es una novela que entretiene, que cuenta verdades y que es crÃtica con aquellas cosas que disgustan de este mundo rural, con aquello que podrÃa ser mucho mejor, pero que no lo es, quizá limitado por la belleza y melancolÃa de su entorno. Yo he tenido la suerte, desgracia para otros, de criarme entre dos pueblos, aldeas más bien, y de vivir actualmente en una. Sé también que mi vida solo la entiendo en ellas, porque vivir en ellas tiene cosas malas y buenas, pero ¡qué bonitas son las buenas!
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