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Suicidio Quotes

Quotes tagged as "suicidio" Showing 31-52 of 52
Jorge Teillier
“No sé si recordarte es un acto de desesperación o elegancia en un mundo donde al fin el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.”
Jorge Teillier

Irène Némirovsky
“«Dio mio, aiutami!», mormorò. Mai, dalla sua infanzia, aveva pregato. Fulminea lo attraversò l'idea di fermarsi nell'androne di una chiesa che aveva scorto sulla strada. Sì, tornare indietro, inginocchiarsi sui gradini di quella chiesa, implorare Dio!... Ma no, era impossibile, bisognava fare in fretta, fare in fretta!”
Irène Némirovsky, Due

Johann Wolfgang von Goethe
“en conciencia, es más fácil el morir que el soportar con valor y firmeza una vida llena de amarguras y padecimientos.”
Johann Wolfgang von Goethe, The Sorrows of Young Werther. Novella

Carlos J. Eguren
“A veces, me pregunto si el bebé que más llora cuando le pegan al nacer es aquel que sabe que va a tener que ahorcarse con algo que no sea el cordón umbilical".”
Carlos J. Eguren, ¿Qué ha sido eso?

Leila Guerriero
“Honda consternación, trágica noticia, toda una vida por delante, pero nadie hizo nada.”
Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico

Leila Guerriero
“Ser alguien era algo que querían ser muchos ahí en Las Jeras. Ser alguien, decían. Como ellos, así, no fueran nadie, nada.”
Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico

Leila Guerriero
“-(...) ¿Vos sos escritora?
-Algo así.
-Ah. Yo quiero ser mecánica de autos.
Y si no me da el cerebro, dijo Paola, voy a ser escritora.”
Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico

Fernando Pessoa
“La vida práctica siempre me ha parecido el menos cómodo de los suicidios.”
Fernando Pessoa

“Pues bien, yo necesito
decirte que te adoro,
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto,
y al grito que te imploro
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.”
Manuel Acuña, Nocturno

Leonora Carrington
“—¿Qué haré? —dijeâ€�. Es una pena suicidarse después de haber vivido noventa y nueve años sin entender nada.”
Leonora Carrington, The Hearing Trumpet

Hanya Yanagihara
“A lo largo de esos meses pensé a menudo en lo que yo intentaba hacer, en lo duro que es mantener con vida a alguien que no quiere vivir. Primero pruebas con la lógica («Tienes tantos motivos para vivir»), luego con la culpabilidad («Me lo debes»), con la cólera, las amenazas y los ruegos («Ya tengo una edad. No le hagas esto a un anciano»). Pero una vez que él accede, es necesario que tú, que le has engatusado, sepas bien a qué te enfrentas, porque ves cómo le cuesta, ves cuánto desea irse, ves que el solo acto de existir le resulta agotador, y tienes que repetirte cada día: «Estoy haciendo lo que debo. Permitir que haga lo que quiere hacer es contrario a las leyes de la naturaleza, a las leyes del amor». Y te abalanzas sobre los buenos momentos, te aferras a ellos como si fueran una prueba —«¿Ves? Por eso vale la pena vivir. Por eso quiero que lo intente»â€�, aunque esos momentos únicos no pueden compensar todos los demás, que son la mayoría. Piensas, como pensé con respecto a Jacob: «¿Para qué está aquí este niño? ¿Para darme consuelo? ¿Para que yo le dé consuelo a él? Y si un niño ya no puede ser consolado, ¿es mi deber darle permiso para que se vaya?». Y entonces vuelves a decirte: «Pero eso es abominable. No puedo».”
Hanya Yanagihara, A Little Life

Julian Barnes
“Habíamos juzgado filosóficamente evidente que el suicidio era un derecho de cualquier persona libre: un acto lógico frente a una enfermedad terminal o la senilidad; una acción heroica frente a la tortura o la muerte evitable de otros; un acto elegante en la rabia del amor contrariado.”
Julian Barnes, The Sense of an Ending

Thomas Bernhard
“Montañas, resistencias, creadores de decenios destructores... tu expectativa de suicidio que continuamente hace caso omiso de ti.”
Thomas Bernhard, Amras

Robert Louis Stevenson
“Esta es una época de servicios y les voy a mostrar el más perfecto que existe. Tenemos intereses en diferentes lugares y, en consecuencia, se inventaron los trenes. Los trenes nos separan, como es natural, de nuestros amigos, y se crearon los telégrafos a fin de comunicarnos rápido y a gran distancia. Hasta los hoteles disponen ahora de ascensores para ahorrarnos subir algunos cientos de escalones. Todos sabemos que la vida es el teatro en que hacemos de bufón mientras nos entretenga el papel. Faltaba un servicio más a la comodidad moderna: una manera fácil y decente de salir de escena, una escalera trasera a la libertad o, como dije antes, una puerta secreta de la muerte. Esto, compañeros míos de rebelión, es lo que ofrece el Club de los Suicidas.”
Robert Louis Stevenson, New Arabian Nights

Natalia Ginzburg
“Aveva parlato, per anni, di uccidersi. Nessuno gli credette mai. Quando veniva da me e da Leone mangiando ciliegie, e i tedeschi prendevano la Francia, già allora ne parlava. Non per la Francia, non per i tedeschi, non per la guerra che stava investendo l’Italia. Della guerra aveva paura, ma non abbastanza per uccidersi a motivo della guerra. Continuò tuttavia ad avere paura della guerra, anche dopo che la guerra era da tempo finita: come, del resto, tutti noi. Perché questo ci accadde, che appena finita la guerra ricominciammo subito ad aver paura di una nuova guerra, e a pensarci sempre. E lui temeva una nuova guerra più di tutti noi. E in lui la paura era più grande che in noi: era in lui, la paura, il vortice dell’imprevisto e dell’inconoscibile, che sembrava orrendo alla lucidità del suo pensiero; acque buie, vorticose e venefiche sulle rive spoglie della sua vita.”
Natalia Ginzburg, Lessico famigliare

Alexandre Alphonse
“[[[Algunos dijeron que en ciertas aguas termales la oscuridad podía envejecerte veinte años en menos de veinte minutos; futuristas, acogedores parques de atracciones para suicidas.]]]”
Alexandre Alphonse, Gedankenprojektor

Leila Guerriero
“Ser alguien era algo que querían ser muchos ahí en Las Heras. Ser alguien, decían. Como ellos, así, no fueran nadie, nada.”
Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico

Fernando Pessoa
“Nunca he encarado el suicidio como una solución, porque odio la vida por amor a ella.”
Fernando Pessoa

Gabriel García Márquez
“Mientras se abanica con el sombrero el rostro trastornado por la sofocación y el aguardiente, mirando hacia la soga, calculando su fuerza, él dice: `Es imposible que una soga tan delgada haya sostenido su cuerpo´. Y yo le digo: `Esa misma soga ha estado sosteniéndole en la hamaca durante muchos años´.”
Gabriel García Márquez, La hojarasca

Eduardo Sacheri
“Aráoz sopesa concienzudamente la posibilidad de matarse. Mejor dicho, analiza esa alternativa como parte de su reflexión perpetua, diurna y nocturna, de cara al ventilador de techo suspendido sobre su cama. No es que sienta un impulso demasiado profundo en ese sentido. De hecho, no siente ningún impulso hacia ninguna acción, ningún comportamiento. Pero por eso se pregunta si, careciendo de todo futuro, no sería lo más aconsejable dar por terminada su presencia en Wilde y en el resto del planeta. Se lo dice así, en silencio pero con sorna, y no encuentra respuesta. Matarse debería tener un atractivo. Y no es poca cosa hallar algo atractivo en esa estepa. Matarse tendría que significar dejar de sufrir. Dejar de perder. Tirado así, sobre la cama, con los ojos fijos en alguna de las cuatro paletas del ventilador del techo, no resulta poca cosa. ¿O sí? En realidad, sí. Le da lo mismo matarse que seguir vivo. Así que va a seguir vivo. Resulta menos trabajoso que matarse.”
Eduardo Sacheri, Aráoz y la verdad

“Quería que la incineraran y que la echaran allí arriba. Sabía que nadie subiría con frecuencia y eso era lo que buscaba: que la sacudieran pronto, que su recuerdo no se convirtiera en una excusa lamentable para dar sentido a la existencia de los vivos".”
Laura Urcelay, Mujeres de retales

Rodrigo Éker
“Los románticos del XIX idealizaban el suicidio. Lo pintaban con rubores en las mejillas de Ofelia, lo escribían con heroísmo en Werther, lo enfundaban en vestidos blancos y lo dibujaban con una mano sobre la frente y unos ojos cerrados, plácidos, soñadores, bellos. Lo que Hernán se había hecho destruía toda idealización. Era un acto de salvajismo,, de desesperación, de inexplicable brutalidad. Una vez imaginado, Federico no pudo desprenderse de ese cuadro horripilante que lo llenaba de dolor. No podía darle validez ni descartarlo, porque nadie le permitió ver el cuerpo. Nadie le permitió conocer su apariencia durante el funeral. La impotencia de no poder hacer nada, la fantasía de miles de cosas que habría hecho de hallarse en el lugar exacto y en el momento justo, se colaron en su pecho junto a la opresión de saber que el chico que lo había acompañado desde la infancia, a quien él mismo se había jurado proteger, había sucumbido de la peor manera ante una muerte horrible. Y no había sido capaz de evitarlo.”
Rodrigo Éker, Melodías Sepultadas

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