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Siempre es vital, en todo lector de clásicos que se precie de tal, recorrer las páginas de los pioneros, los creadores, los que antecedieron a toda la literatura moderna, tal es el caso de Ovidio como también lo son Virgilio, Homero, Sófocles, Esquilo, Eurípides y tantos otros. He leído con interés la mayoría de las transformaciones narradas en Las Metamorfosis y por supuesto, algunas me gustaron más que otras; por eso enumero la galería de mitos que desfilan por sus gloriosas páginas.

Todos ellos me han maravillado con sus variadas transformaciones, a saber:
Apolo, Europa, Júpiter, Dafne, Narciso, Perseo, Medusa, Teseo, Proserpina, Palas, Jasón, Medea, Minotauro, Dédalo, Ícaro, Aquiles, Ulises, Orfeo, Eurídice, Ganímedes, Pigmalión, Ifigenia y sobre todo mi admiradísimo Eneas.

Para finalizar, debo remarcar cómo Ovidio aseguró su nombre en letras de oro para la posteridad a través del Epílogo. Es como si él mismo hubiera sido Tiresias, el sabio ciego que podía adivinar el futuro (algo que Edipo no logró entender):

“Y ya he dado fin a una obra a la que no podrán destruir ni la cólera de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo voraz. Que aquel día que no tiene ningún derecho más que sobre mi cuerpo, cuando quiera, ponga término a curso incierto de mi vida; sin embargo, inmortal en la parte más noble de mi persona, seré llevado sobre la alta región de los astros y mi nombre será indeleble; y por cualquier parte por donde aparezca el dominio de Roma sobre la tierra seré leído por los pueblos y por todos los siglos; viviré, si algo de verdad existe en el presentimiento de los poetas, gloriosamente.��