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Hay libros que te dejan sin habla, eso dificulta mucho su reseña. Pero son tan buenos que la merecen, no puedes quedarte callado.

Creo que pocas veces he sentido lo que me produjo este libro: una gran admiración a su ya de por si famoso autor, aunque hacer películas sea tan distinto de hacer literatura, este hombre es un genio en los dos terrenos.

Un amor profundo, profundísimo hacia Juan Guillermo, ¿cómo es que rescata tanta humanidad en medio de tanta desolación? No lo sé, pero lo hace y me conquista y me enamora y lo quiero abrazar y quiero que sea mi hijo.

Una furia incontrolable hacia la impunidad, hacia la injusticia, hacia ese desbalance de poder tan característico de nuestro país.

Una tristeza infinita cuando la muerte te deja solo, esa soledad que aísla, que duele, que nunca cicatriza.

Un miedo aterrador hacia los lobos, salvajes bestias que marcan un hilo conductor importantísimo en la novela.

Pero por sobre todo, un amor a las letras ilimitado. Saber que existen ahí para entretenerme, consolarme, acompañarme, deslumbrarme, ilustrarme y abrirme la puerta a tantos mundos inaccesibles más que a través de ellas, es algo que agradezco infinitamente a quiénes las saben usar de manera tan perfecta como Arriaga.

Esta es para mi una novela larga que se me pasa corta. No me permitió hacer casi nada más que estar con ella por estos 10 días. Al terminarla, me toca reencontrarme de nuevo con la vida.