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A sangre frÃa
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APASIONANTE novela, prácticamente perfecta en su modo del que ella misma es precursora� o eso le gustaba pensar a su autor.
Se trata de un hecho real, de tal manera que sabemos que hay un crimen atroz, sabemos quiénes fueron las vÃctimas, sabemos quiénes fueron los autores de tales asesinatos, sabemos que fueron arrestados y hasta sabemos cuál fue su final, pero nada de ello nos arruina la tensión que Capote supo imprimir al relato, a todas y a cada una de las partes del relato.
No es de extrañar que el caso llamara la atención de dos escritores de la talla de Capote y Harper Lee (su ayuda en la recogida de información fue crucial dado el entorno del crimen y la homosexualidad y el carácter excéntrico del autor): Kansas, un estado en el conservador corazón de EE.UU.; Holcomb, un pueblo de apenas unos pocos edificios entre los que transcurre las vÃas de un tren que rara vez hace parada en la estación; una comunidad de vecinos, rancheros en su mayorÃa, gente próspera, tradicional, y conservadora (Truman los define como republicanos de extrema derecha); una familia formada por un respetable y acomodado matrimonio y sus dos hijos, buenos estudiantes, populares y queridos por todos; un lugar donde nadie cierra la puerta de casa, donde todos se ayudan en lo posible, todos miembros de alguna iglesia y temerosos de Dios; cuatro asesinatos sin sentido, crueles; un botÃn de apenas unas decenas de dólares.
Capote reunió alrededor de 4000 folios con declaraciones de vecinos, de familiares, de la policÃa, de psicólogos, de los propios asesinos, sus confesiones, el relato de sus vidas, la transcripción de los interrogatorios y del juicioâ€� y se retiró al pueblecito pesquero de Palamós, en la Costa Brava, para dar forma a la novela.
Aunque en un principio el propósito del autor era explorar los cambios que la tragedia habÃa causado en una comunidad como la de Holcomb, Capote cambió el enfoque por completo tras los arrestos, siendo su nuevo objetivo comprender las razones que llevaron a Perry Smith y Richard Hickock a cometer hechos tan crueles e irracionales. Sin restar un ápice a la brutalidad del cuádruple crimen, como a otros muchos hechos relacionados con los asesinos, Capote indaga en la humanidad de estos, en sus vidas, en sus problemas, en su mentalidad, en su personalidad, dando vida a unos personajes literarios difÃciles de olvidar, especialmente el contradictorio y complejo Perry Smith.
Como digo al principio, todas las partes son atrayentes, siendo el morbo, al que tan bien apela el autor, el que nos empuja impacientemente durante todo el relato: el morbo que nos suscita el retrato de aquellos que sabemos que van a morir, la descripción de sus últimos dÃas, de sus últimos momentos; el morbo de seguir a los asesinos en su trayectoria delictiva, de meternos en su cabeza, de encontrar la clave, bien en su naturaleza, bien en su pasado, que explique su cruel comportamiento; el morbo de conocer la brutalidad de los hechos, los comportamientos de unos y otros; el morbo que se desprende de la persecución policial de unos asesinos que se creÃan a salvo; el morbo de asistir al momento justo en el que son atrapados y, en el interrogatorio, acusados; el morbo del juicio, tremendamente parcial; y, por último, el morbo de su final.
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APASIONANTE novela, prácticamente perfecta en su modo del que ella misma es precursora� o eso le gustaba pensar a su autor.
Se trata de un hecho real, de tal manera que sabemos que hay un crimen atroz, sabemos quiénes fueron las vÃctimas, sabemos quiénes fueron los autores de tales asesinatos, sabemos que fueron arrestados y hasta sabemos cuál fue su final, pero nada de ello nos arruina la tensión que Capote supo imprimir al relato, a todas y a cada una de las partes del relato.
“â€� los Clutter. Ninguno de ellos me habÃa hecho ningún daño. Como la otra gente que sà me lo ha hecho. Como esa gente que me ha ido cayendo en suerte en la vida. Puede que a los Clutter les tocara pagar por todos ellosâ€�
No es de extrañar que el caso llamara la atención de dos escritores de la talla de Capote y Harper Lee (su ayuda en la recogida de información fue crucial dado el entorno del crimen y la homosexualidad y el carácter excéntrico del autor): Kansas, un estado en el conservador corazón de EE.UU.; Holcomb, un pueblo de apenas unos pocos edificios entre los que transcurre las vÃas de un tren que rara vez hace parada en la estación; una comunidad de vecinos, rancheros en su mayorÃa, gente próspera, tradicional, y conservadora (Truman los define como republicanos de extrema derecha); una familia formada por un respetable y acomodado matrimonio y sus dos hijos, buenos estudiantes, populares y queridos por todos; un lugar donde nadie cierra la puerta de casa, donde todos se ayudan en lo posible, todos miembros de alguna iglesia y temerosos de Dios; cuatro asesinatos sin sentido, crueles; un botÃn de apenas unas decenas de dólares.
“� aquella tranquila comunidad de buenos vecinos y amigos de toda la vida se vio de pronto enfrentada con la insólita experiencia de tener que desconfiar unos de otros�
Capote reunió alrededor de 4000 folios con declaraciones de vecinos, de familiares, de la policÃa, de psicólogos, de los propios asesinos, sus confesiones, el relato de sus vidas, la transcripción de los interrogatorios y del juicioâ€� y se retiró al pueblecito pesquero de Palamós, en la Costa Brava, para dar forma a la novela.
“Esa familia representaba todo cuanto la gente de por acá realmente valora y respeta. Y que una cosa asà les haya podido suceder precisamente a ellos�, bueno, es como si nos dijeran que no existe Dios. Hace que la vida carezca de sentido�
Aunque en un principio el propósito del autor era explorar los cambios que la tragedia habÃa causado en una comunidad como la de Holcomb, Capote cambió el enfoque por completo tras los arrestos, siendo su nuevo objetivo comprender las razones que llevaron a Perry Smith y Richard Hickock a cometer hechos tan crueles e irracionales. Sin restar un ápice a la brutalidad del cuádruple crimen, como a otros muchos hechos relacionados con los asesinos, Capote indaga en la humanidad de estos, en sus vidas, en sus problemas, en su mentalidad, en su personalidad, dando vida a unos personajes literarios difÃciles de olvidar, especialmente el contradictorio y complejo Perry Smith.
“¿Si siento lo que hice? Si te refieres a eso, la respuesta es no. No siento nada. Me gustarÃa poder decir lo contrario. Pero nada de ello me preocupa lo más mÃnimo. Media hora después de hacerlo, Dick hacÃa bromas y yo se las reÃa. Quizá no somos humanos. Soy lo bastante humano como para sentirlo por mÃ. Siento no poder salir de aquà cuando tú te vayas. Pero eso es todoâ€� si los hubiera conocido bien, supongo que ahora sentirÃa algo muy distinto. No creo que pudiera vivir conmigo mismo. Pero tal como estaban las cosas, no fue muy diferente a disparar en una barraca de tiro al blancoâ€�
Como digo al principio, todas las partes son atrayentes, siendo el morbo, al que tan bien apela el autor, el que nos empuja impacientemente durante todo el relato: el morbo que nos suscita el retrato de aquellos que sabemos que van a morir, la descripción de sus últimos dÃas, de sus últimos momentos; el morbo de seguir a los asesinos en su trayectoria delictiva, de meternos en su cabeza, de encontrar la clave, bien en su naturaleza, bien en su pasado, que explique su cruel comportamiento; el morbo de conocer la brutalidad de los hechos, los comportamientos de unos y otros; el morbo que se desprende de la persecución policial de unos asesinos que se creÃan a salvo; el morbo de asistir al momento justo en el que son atrapados y, en el interrogatorio, acusados; el morbo del juicio, tremendamente parcial; y, por último, el morbo de su final.
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October 27, 2017
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March 8, 2025
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March 21, 2025
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message 1:
by
David
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Mar 21, 2025 06:56AM

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MuchÃsimas gracias a ti, David, da gusto leer comentarios asÃ. Como tú dices, el autor hace un inteligente y sensible ejercicio de profundización psicológica en ese gran protagonista del relato que es Perry Smith. Por algún sitio leà que en cierta manera Capote se identificaba con él, por su timidez, por su deformidad, por la brutalidad que presidió cada uno de los dÃas de su vida.