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Seda
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Esto que les voy a contar es del todo cierto, una prueba más de que en ocasiones parece que son los libros los que le buscan a uno y no al revés.
Hará un par de años que decidí releer y dispuse hacerlo a libro por mes. A este ritmo, mi lista actual de posibles relecturas da para varios años. En ella no se encontraba Baricco, a cuyas dos novelas que por aquí tengo les había otorgado hace un porrón de años una puntuación de 2 sobre 10. Pues bien, tras dos lecturas exigentes, y posiblemente influido por un problema personal que no viene al caso, andaba yo algo desafecto con la lectura que tenía entre manos, me costaba avanzar. No es que hubiera tenido noticia del autor italiano recientemente o que hubiera leído algo acerca de alguno de los dos títulos que llevaban más de 30 años en mi estantería (los conservé porque me gustaba la edición que de ellos tenía), el caso es que de pronto, mientras luchaba contra mi apatía lectora en la página 23 de esa novela que se me resistía, me vino a la mente este autor y seguidamente el recuerdo de esas dos obras. No me pude resistir, y aunque tenía planeado releer este mes «Pedro Páramo» (posponer su lectura era un fastidio pues quería hacerla antes de ver la película que sobre la novela se ha estrenado recientemente con muy buenas críticas) escogí, todavía escéptico, la más cortita, «Novecientos». La acabé en un rato que resultó ser delicioso. Inmediatamente me dispuse a leer esta que ahora comento. Lo hice en dos ratos, ambos igualmente gozosos.
Si en «Novecientos» el personaje no era capaz de enfrentarse a las incertidumbres e inseguridades del mundo en tierra, aquí, su protagonista, “uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla�, decide (¿decide?) de forma sorpresiva vivir la aventura.
Baricco relata aquí los viajes de Hervé Joncour, un joven casado con una mujer dotada de una preciosa voz, que ha sido elegido por el consorcio de fabricantes de seda de su tranquilo pueblo para viajar hasta Japón, país que en el siglo XIX se encontraba prácticamente aislado del mundo y, por tanto, uno de los pocos territorios libre de la epidemia que ataca a los huevos de los gusanos que estaba arruinando el negocio y, por ende, al pueblo entero. Hervé deberá sacrificarse para salvar a su comunidad y para ello tendrá que llegar a un lugar misterioso atravesando inmensos territorios en la incertidumbre de qué le deparará el camino. Cuando llega a su destino, resuelve con astucia la prueba a la que un noble le somete consiguiendo así la partida de huevos de gusanos que venía buscando. Volverá en varias ocasiones y en los encuentros con este noble japonés siempre se encontrará presente una preciosa joven. Esta carecía de rasgos asiáticos y su presencia no se sabe si era o no consentida. Entre ellos se estableció desde el primer encuentro una conexión muda a través de intensas miradas que se repetirán en cada visita.
Con ambas tuvo razones para sentir ese dolor extraño de “Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca�.
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Esto que les voy a contar es del todo cierto, una prueba más de que en ocasiones parece que son los libros los que le buscan a uno y no al revés.
Hará un par de años que decidí releer y dispuse hacerlo a libro por mes. A este ritmo, mi lista actual de posibles relecturas da para varios años. En ella no se encontraba Baricco, a cuyas dos novelas que por aquí tengo les había otorgado hace un porrón de años una puntuación de 2 sobre 10. Pues bien, tras dos lecturas exigentes, y posiblemente influido por un problema personal que no viene al caso, andaba yo algo desafecto con la lectura que tenía entre manos, me costaba avanzar. No es que hubiera tenido noticia del autor italiano recientemente o que hubiera leído algo acerca de alguno de los dos títulos que llevaban más de 30 años en mi estantería (los conservé porque me gustaba la edición que de ellos tenía), el caso es que de pronto, mientras luchaba contra mi apatía lectora en la página 23 de esa novela que se me resistía, me vino a la mente este autor y seguidamente el recuerdo de esas dos obras. No me pude resistir, y aunque tenía planeado releer este mes «Pedro Páramo» (posponer su lectura era un fastidio pues quería hacerla antes de ver la película que sobre la novela se ha estrenado recientemente con muy buenas críticas) escogí, todavía escéptico, la más cortita, «Novecientos». La acabé en un rato que resultó ser delicioso. Inmediatamente me dispuse a leer esta que ahora comento. Lo hice en dos ratos, ambos igualmente gozosos.
Si en «Novecientos» el personaje no era capaz de enfrentarse a las incertidumbres e inseguridades del mundo en tierra, aquí, su protagonista, “uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla�, decide (¿decide?) de forma sorpresiva vivir la aventura.
“Tenía consigo la indestructible calma de los hombres que se sienten en su lugar�La novela tiene muchos de los ingredientes de los cuentos. Es parca en palabras y hechos, solo lo imprescindible, muy visual, con frases cortas y rotundas, sugerentes. Los personajes son simples esbozos al servicio de su final sorpresivo y de su moraleja.
Baricco relata aquí los viajes de Hervé Joncour, un joven casado con una mujer dotada de una preciosa voz, que ha sido elegido por el consorcio de fabricantes de seda de su tranquilo pueblo para viajar hasta Japón, país que en el siglo XIX se encontraba prácticamente aislado del mundo y, por tanto, uno de los pocos territorios libre de la epidemia que ataca a los huevos de los gusanos que estaba arruinando el negocio y, por ende, al pueblo entero. Hervé deberá sacrificarse para salvar a su comunidad y para ello tendrá que llegar a un lugar misterioso atravesando inmensos territorios en la incertidumbre de qué le deparará el camino. Cuando llega a su destino, resuelve con astucia la prueba a la que un noble le somete consiguiendo así la partida de huevos de gusanos que venía buscando. Volverá en varias ocasiones y en los encuentros con este noble japonés siempre se encontrará presente una preciosa joven. Esta carecía de rasgos asiáticos y su presencia no se sabe si era o no consentida. Entre ellos se estableció desde el primer encuentro una conexión muda a través de intensas miradas que se repetirán en cada visita.
“Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e imponente�Leo en casi cualquier comentario que «Seda» es una historia de amor, y no seré yo quien lo niegue. El protagonista experimenta una de esas mutaciones que el amor provoca a veces en la personalidad de sus víctimas, sacando de ellas aspectos ocultos e inesperados. Pero creo que es fundamentalmente una novela sobre la incomunicación: a su amor oscuro e ilícito y pasionalmente idealizado nunca le oyó una sola palabra y las que le llegaron de ella, escritas en un pequeño papel, tuvieron que ser traducidas por otra persona; la otra, su amor apacible y tranquilamente satisfactorio, tenía una preciosa voz con la que, paradójicamente, nunca expresó las palabras que sentía.
Con ambas tuvo razones para sentir ese dolor extraño de “Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca�.
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February 27, 2018
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Mauro
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rated it 3 stars
Dec 28, 2020 03:36PM

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Pues no, Mauro, aquí tienes a otro al que Baricco no le dijo nada... al menos en su momento, que de eso hace ya mucho tiempo.


Pues creo recordar que también leí Novecientos y que me debió gustar tanto como Seda, así que...







Gracias, Pedro. Soy el primer sorprendido de este feliz redescubrimiento. Espero que sea el comienzo de una gran amistad.

Un guiño a Casablanca. ;)


Muchas gracias, Arancha. La parte negativa es que ahora quiero leer más del autor, con lo que aumenta mi ya larga lista de deseos.


Yo también me alegro de todo, de haberle dado otra oportunidad, de que te alegre, de que te haya gustado mi reseña, de que te haya gustado la novela y de que te apuntes Novecientos. 😉