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El libro va de un grupo de adolescentes que intenta demostrarle a uno de sus compañeros que hay cosas que sí importan formando una pila de significado. Conforme pasan las páginas, todo se vuelve mucho más turbio.

Este libro estaba dentro de mi pequeña lista de prioridades literarias, esa cosa que hago porque luego olvido cuáles títulos me llaman con ganas, pero yo nunca investigué nada sobre lo que realmente trataba, ni siquiera sabía que era un libro que debía leer con cuidado, je. Por suerte, creo que he entendido el mensaje.

La autora ha sabido retractar muy bien lo que puede provocar la perdida abrupta de la fe y lo que somos capaces de hacer por mantenerla, todo ello nos lo hace saber a través de los protagonistas, que tienen alrededor de 15 años, y están en la edad perfecta para encontrar el significado de las cosas. Así, mientras cada miembro del grupo va entregando algo preciado, nosotros como lectores vemos que cada cosa entregada es una alegoría de algo que las personas consideramos importante, algo en lo que creemos y algo a lo que no estamos dispuestos a dejar de darle importancia.

Sí, todo muy bien, muy profundo, pero el problema es que no he simpatizado con ningún personaje pese a que están hechos para que te reflejes en ellos. No es un libro que contenga personajes memorables, así de simple, y quiénes me conocen ya saben que yo soy mucho de personajes, no puedo enamorarme de un libro que tiene la mejor trama del mundo pero que se queda corto en la construcción de personajes. Aún así, considero que lograr que un libro para adolescentes, con un lenguaje tan ameno, se haya convertido en objeto de debates e incluso haya escandalizado a algunas autoridades, es un logro que no cualquiera puede adjudicarse.

Le doy tres estrellas porque la idea es muy original, la narración es del todo fluida y hay escenas verdaderamente escalofriantes, pero me ha quedado a deber en cuánto a personajes y yo no perdono eso.