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Acabo de leer un relato malrollero y adictivo a la par que inquietante. Pero no solo eso, sino que también es bastante asfixiante, retorcido, opresivo, potente, angustiante, aterrador... y podría seguir; que conste que lo digo muy enserio. Justo así es como Samanta Schweblin se convierte en esas escritoras a las que yo le leería absolutamente todo lo que publique, cosa que he comprobado con esta novela corta.

La historia está fuertemente enmarcada por la intriga y el suspenso psicológico, y lo trabaja de una manera que se te hace amena y adictiva. La poca extensión de esta novelette es la razón de que una vez que lo cojas no puedas soltarlo hasta su envolvente y aterrador desenlace. En fin, que te lo lees rapidísimo y como lector asistes a una conversación bastante incómoda y asfixiante entre Amanda y un niño pequeño llamado David; dos personas que están conectadas a raíz de otros personajes y situaciones que no quiero revelar y que ellos poco a poco desentrañaran en conjunto. Para eso, hay que leer la historia y a medida de que la conversación se va profundizando conocemos los escabrosos detalles que permiten que cada quien le de su sentido al relato contado.

El eje de la historia está puesto básicamente sobre la temática de la maternidad y esa distancia de rescate que es muy necesaria ante situaciones en peligro para los hijos, aunque esto llevado un poco al lado insano de la obsesión. Y sí, hay un peligro latente e inminente en esa atmósfera extraña y tensionante en el que se ambienta el relato; de hecho, hay un desastre ecológico de buenas proporciones. Además, está esa parte de realismo mágico en el que lo fantástico toma relevancia en la historia. Pero sobretodo, lo más interesante es la sensación de que en la medida que te vas sumergiendo en la historia de Amanda y Nina y de Carla y David lo que se encuentra uno son más preguntas que respuestas. Es una trama en la que todo se basa en suposiciones y en la pluralidad de conclusiones a las que se puede llegar con lo poco que se cuenta. Una auténtica maravilla por lo angustioso e inquietante que resulta pero más aún por ese malestar que te deja; el desasosiego de no saber qué es lo que ocurre con exactitud.