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Camino de Los Ángeles
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¿ Camino de Los Ángeles una novela de juventud cruda e imperfecta, o una joya escondida que tardó demasiado en ver la luz?
Si te preguntas eso, bienvenido al club de los que también se rascan la cabeza ante una obra que no deja indiferente y que no tiene miedo a hurgar en lo más oscuro del alma humana.
Aquí no hay florituras ni tramas sofisticadas, pero eso es lo que la hace aún más impactante. Este libro es incómodo, incómodo de esos que te hacen sentir un poco culpable por leerlo. Y aún así, Camino de Los Ángeles es vital. Es necesario. Porque, si quieres entender al Arturo Bandini de Espera a la Primavera, Bandini (Ver reseña aquí) y Pregúntale al Polvo (Ver reseña aquí), tienes que saber que todo empezó aquí.
Fante escribió esta novela de tintes autobiográficos cuando apenas tenía 18 años, la misma edad que el protagonista, y sí, en su momento ni la editorial le dio bola. Este es el primer Bandini, antes que Espera a la primavera, Bandini y Pregúntale al polvo, antes de la melancolía y la desesperación del hombre derrotado. En Camino de Los Ángeles, Bandini todavía es un joven lleno de ego, descontrolado por la testosterona y con la cabeza llena de fantasías heroicas, pero también plagado de inseguridades que, si bien aún no se dejan ver con claridad, ya están ahí, marcando cada uno de sus pasos. Incapaz de manejar la frustración de su vida, pero también, quizás, el último vestigio de la promesa. Fante nos ofrece un Bandini a medio camino entre la arrogancia juvenil y la desesperación, un chico que no sabe qué hacer con su rabia y su energía, pero que tiene la certeza de que el mundo le debe algo, aunque ni siquiera él sepa qué.
Porque, ¿quién se acuerda de las reglas cuando estás demasiado desbordado por las ganas de ser alguien? Esa necesidad de ser más grande que la vida, más grande que su miserable realidad, de demostrar que él también podía. Ahí estaba el chico jodidamente arrogante, machista, racista, ofensivo y bastante gilipollas, viendo el mundo como un escenario donde él debería ser el único protagonista.
¿Y qué es lo que te consume a los 18 años? Pues, sexo. Su única válvula de escape. Fante, por supuesto, no lo disimula, y el Bandini de esta novela es todo lo que quieres odiar, pero también lo que te resulta increíblemente honesto. Es un chico que se ve a sí mismo como un genio incomprendido y está convencido de que el mundo se lo debe todo. Y aunque sus primeras palabras sean torpes y vacías, hay algo en esa arrogancia que te engancha. Porque, de alguna manera, todos fuimos Bandini en algún momento. Un escritor en construcción, o simplemente alguien buscando gritar “¡aquí estoy!�.
Lo que sorprende de esta novela no es sólo la historia, sino la forma en que Fante capta la desesperación de un joven atrapado entre las expectativas de su madre, las reglas de una sociedad que lo oprime, y un trabajo que ni siquiera le paga lo suficiente como para escapar de todo eso. Mientras tanto, en la biblioteca municipal, se pierde entre las páginas de Nietzsche y Schopenhauer, libros que no entiende, pero que lo hacen sentir más profundo, más grande de lo que realmente es. Y, mientras tanto, la vida no hace más que golpearlo. Su primer intento como escritor (El perrito rió ) es un desastre total. Pero él no se rinde. Sabe que esa novela torpe y pretenciosa es sólo un primer paso. En su cabeza, el gran libro está por llegar. Y Camino de Los Ángeles es la prueba cruda de esa búsqueda.
Es difícil no notar que este Bandini no tiene figura paterna. No está su padre en la ecuación, y eso lo deja vacío. Vacío y atrapado en trabajos miserables. Y en su mente, donde se desata el caos. Las fantasías sexuales, la arrogancia juvenil y el desprecio hacia el mundo se mezclan en una ensalada mental que sólo Fante sabe cómo plasmar sin necesidad de adornarse. Y es que, en este primer Bandini, lo que destaca es la brutal honestidad con la que Fante expone los pensamientos más oscuros de este joven. Y, aunque es difícil simpatizar con él, no puedes dejar de sentirte atraído por su sinceridad descarnada. Fante no se guarda nada. Muestra a su protagonista en su forma más cruel, porque sabe que no hay otra manera de llegar al fondo de la cuestión.
No estamos ante una novela en la que “sucede� mucho, como algunos esperarían. No hay grandes giros ni tramas complejas. Lo que hay son momentos de introspección, de rabia contenida y de sueños rotos. Bandini, sentado en su bañera, destruyendo recortes de revistas con fotos de sus fetiches sexuales como si fueran los trozos de su propia esperanza. Ese es solo uno de esos momentos que marcan la esencia de la novela: una introspección dolorosa, un autodescubrimiento incómodo, casi insostenible.
Y después, la novela desaparece, se olvida por casi medio siglo. Publicarla en 1983 fue, sin duda, una jugada rara por parte de la familia de Fante, pero si no la hubieran sacado a la luz, no tendríamos la oportunidad de ver la semilla de lo que luego sería un icono literario. Como él mismo dijo: "carece de buen gusto" � y eso es precisamente lo que la hace tan jodidamente fascinante. Aquí no hay censura ni autocensura. Fante te lo tira todo en la cara sin preocuparse si te va a gustar o no.
Y claro, aquí empieza una saga que te agarra por las entrañas. En Camino de Los Ángeles, el Bandini de 18 años es pura rabia, pura energía sin dirección. Comparado con el Bandini de Espera a la Primavera, aquí no hay ni la mitad de la vulnerabilidad, solo una pataleta enorme. Si en Espera a la Primavera Bandini está buscando algo que ni él sabe qué es, aquí ya está convencido de qué es la gran cosa, aunque en su fuero interno también haya una guerra sin cuartel contra un futuro que se le escapa de las manos.
Es en Pregúntale al Polvo donde ya encontramos al Bandini más maduro, ese que empieza a rendirse. Pero en Camino de Los Ángeles, no. Aquí el chico tiene la mirada de quien está a punto de saltar al vacío, convencido de que el mundo está esperando su grandiosa entrada. Y esa entrada, como todo lo demás, está llena de aristas afiladas. Si pensabas que el Bandini de Pregúntale al Polvo era feroz, espera a ver a este tipo, sin filtro, sin medir las consecuencias, dándoselas de filósofo y escritor sin saber lo que está haciendo.
¿Pero cómo no esperar que fuera así? Es su primer libro, su carta de presentación como escritor. Y aunque la prosa no tiene la misma fluidez o sofisticación de Pregúntale al Polvo, hay algo en su crudeza que te atraviesa. Porque, al fin y al cabo, Fante está siendo fiel a su propio caos interno. No tiene tiempo ni ganas de maquillarlo. Y eso, de alguna manera, también es belleza.
¿Entonces, deberías leer Camino de Los Ángeles? Sí. ¿Lo disfrutarás tanto como sus otras novelas? Tal vez no. Pero aquí encuentras el primer atisbo del escritor que después se convertiría en una figura crucial de la literatura estadounidense. Si buscas entender cómo Fante construyó a este personaje de ficción tan fascinante, si quieres ver el primer esbozo de un escritor que después alcanzaría la gloria, entonces esta novela es imprescindible.
Al final, Camino de Los Ángeles no es solo el testimonio de la juventud de Bandini, sino también de la evolución de Fante como escritor. No fue publicada hasta después de su muerte, y eso es un hecho significativo. Podríamos especular sobre si Fante quiso que su obra permaneciera en el olvido o si su familia, por respeto o por desconocimiento, decidió publicarla. El caso es que, gracias a ellos, hoy podemos tener una nueva perspectiva sobre la saga de Bandini. Y, claro, este Bandini no es perfecto, pero joder, ¡qué humano es!
Reseña de Espera a la Primavera, Bandini (Saga de Arturo Bandini I)
Reseña de Pregúntale al polvo (Saga de Arturo Bandini II)
Reseña de Camino de Los Ángeles (Saga de Arturo Bandini III)
Reseña de Sueños de Bunker Hill (Saga de Arturo Bandini IV)
Si te preguntas eso, bienvenido al club de los que también se rascan la cabeza ante una obra que no deja indiferente y que no tiene miedo a hurgar en lo más oscuro del alma humana.
Aquí no hay florituras ni tramas sofisticadas, pero eso es lo que la hace aún más impactante. Este libro es incómodo, incómodo de esos que te hacen sentir un poco culpable por leerlo. Y aún así, Camino de Los Ángeles es vital. Es necesario. Porque, si quieres entender al Arturo Bandini de Espera a la Primavera, Bandini (Ver reseña aquí) y Pregúntale al Polvo (Ver reseña aquí), tienes que saber que todo empezó aquí.
Fante escribió esta novela de tintes autobiográficos cuando apenas tenía 18 años, la misma edad que el protagonista, y sí, en su momento ni la editorial le dio bola. Este es el primer Bandini, antes que Espera a la primavera, Bandini y Pregúntale al polvo, antes de la melancolía y la desesperación del hombre derrotado. En Camino de Los Ángeles, Bandini todavía es un joven lleno de ego, descontrolado por la testosterona y con la cabeza llena de fantasías heroicas, pero también plagado de inseguridades que, si bien aún no se dejan ver con claridad, ya están ahí, marcando cada uno de sus pasos. Incapaz de manejar la frustración de su vida, pero también, quizás, el último vestigio de la promesa. Fante nos ofrece un Bandini a medio camino entre la arrogancia juvenil y la desesperación, un chico que no sabe qué hacer con su rabia y su energía, pero que tiene la certeza de que el mundo le debe algo, aunque ni siquiera él sepa qué.
Porque, ¿quién se acuerda de las reglas cuando estás demasiado desbordado por las ganas de ser alguien? Esa necesidad de ser más grande que la vida, más grande que su miserable realidad, de demostrar que él también podía. Ahí estaba el chico jodidamente arrogante, machista, racista, ofensivo y bastante gilipollas, viendo el mundo como un escenario donde él debería ser el único protagonista.
“Es por la mañana, hora de levantarse, así que levántate, Arturo, y busca trabajo. Sal de aquí y busca lo que nunca encontrarás. Eres un ladrón, un matacangrejos, un amante de mujeres en cuartos roperos. ¡Nunca encontrarás trabajo!
Todas las mañanas me levantaba pensando lo mismo. Tengo que encontrar un trabajo ya, maldita sea. Desayunaba, me ponía un libro bajo el brazo, los lápices en el bolsillo y salía. Bajaba las escaleras y echaba a andar por la calle, unos días con frío, otros con calor, unos con niebla, otros despejados. No importaba, con el libro en la axila, a buscar trabajo.
¿Qué trabajo, Arturo? ¡Ja, ja! ¿Un trabajo para ti? ¡Piensa en lo que eres, chaval! Un matacangrejos. Un ladrón. Miras mujeres desnudas en los cuartos roperos. ¡Y esperas encontrar un trabajo! ¡Qué gracia! Pero allá va él, el idiota, con un libro gordo. ¿Dónde narices vas, Arturo? ¿Por qué por esta calle y no por aquélla? ¿Por qué hacia el este y no hacia el oeste? ¡Responde, so ladrón! ¿Quién va a darte un trabajo, so tirado, quién? Pero hay un parque al otro lado del municipio, Arturo. Se llama Banning Park. Hay allí muchos hermosos eucaliptos, y verde césped. ¡Qué lugar para leer! Ve allí, Arturo. Lee a Nietzsche. Lee a Schopenhauer. Entra en contacto con los poderosos. ¿Un trabajo? ¡Bah! Siéntate al pie de un eucalipto y lee un libro mientras buscas trabajo.
Y no obstante, a veces buscaba trabajo.�
¿Y qué es lo que te consume a los 18 años? Pues, sexo. Su única válvula de escape. Fante, por supuesto, no lo disimula, y el Bandini de esta novela es todo lo que quieres odiar, pero también lo que te resulta increíblemente honesto. Es un chico que se ve a sí mismo como un genio incomprendido y está convencido de que el mundo se lo debe todo. Y aunque sus primeras palabras sean torpes y vacías, hay algo en esa arrogancia que te engancha. Porque, de alguna manera, todos fuimos Bandini en algún momento. Un escritor en construcción, o simplemente alguien buscando gritar “¡aquí estoy!�.
Lo que sorprende de esta novela no es sólo la historia, sino la forma en que Fante capta la desesperación de un joven atrapado entre las expectativas de su madre, las reglas de una sociedad que lo oprime, y un trabajo que ni siquiera le paga lo suficiente como para escapar de todo eso. Mientras tanto, en la biblioteca municipal, se pierde entre las páginas de Nietzsche y Schopenhauer, libros que no entiende, pero que lo hacen sentir más profundo, más grande de lo que realmente es. Y, mientras tanto, la vida no hace más que golpearlo. Su primer intento como escritor (El perrito rió ) es un desastre total. Pero él no se rinde. Sabe que esa novela torpe y pretenciosa es sólo un primer paso. En su cabeza, el gran libro está por llegar. Y Camino de Los Ángeles es la prueba cruda de esa búsqueda.
Es difícil no notar que este Bandini no tiene figura paterna. No está su padre en la ecuación, y eso lo deja vacío. Vacío y atrapado en trabajos miserables. Y en su mente, donde se desata el caos. Las fantasías sexuales, la arrogancia juvenil y el desprecio hacia el mundo se mezclan en una ensalada mental que sólo Fante sabe cómo plasmar sin necesidad de adornarse. Y es que, en este primer Bandini, lo que destaca es la brutal honestidad con la que Fante expone los pensamientos más oscuros de este joven. Y, aunque es difícil simpatizar con él, no puedes dejar de sentirte atraído por su sinceridad descarnada. Fante no se guarda nada. Muestra a su protagonista en su forma más cruel, porque sabe que no hay otra manera de llegar al fondo de la cuestión.
No estamos ante una novela en la que “sucede� mucho, como algunos esperarían. No hay grandes giros ni tramas complejas. Lo que hay son momentos de introspección, de rabia contenida y de sueños rotos. Bandini, sentado en su bañera, destruyendo recortes de revistas con fotos de sus fetiches sexuales como si fueran los trozos de su propia esperanza. Ese es solo uno de esos momentos que marcan la esencia de la novela: una introspección dolorosa, un autodescubrimiento incómodo, casi insostenible.
“Pero al poco rato ya me aburría soberanamente, tenía la creciente sensación de estar haciendo el imbécil, hasta que empecé a detestar el hecho de que fueran sólo fotos, planas y unidimensionales, lo mismo que el color y la sonrisa. Y todas sonreían como unas guarras. Todo se me volvió detestable, y pensé: ¡Mírate! Sentado ahí y hablando con un puñado de rameras. ¡Valiente superhombre estás hecho! ¡Si Nietzsche levantara la cabeza! Y Schopenhauer� ¿Qué pensaría Schopenhauer? ¡Y Spengler! ¡Oh, Spengler se reiría de ti a carcajadas! ¡Imbécil, idiota, cerdo, animal irracional, rata, cerdo sucio, despreciable y asqueroso! Cogí todas las fotos, las rompí en pedazos y las tiré a la taza del váter. Volví despacio al sofá y aparté las frazadas con el pie. Me odiaba tanto que me senté pensando las peores cosas de mí. Finalmente me sentí tan despreciable que lo único que podía hacer era echarme a dormir. Tardé horas en coger el sueño. La niebla se estaba levantando por el este, y el oeste era negro y gris. Debían de ser las tres. Oía los suaves ronquidos de mi madre en el dormitorio. Por entonces ya estaba dispuesto a suicidarme, y mientras lo pensaba me quedé dormido�
Y después, la novela desaparece, se olvida por casi medio siglo. Publicarla en 1983 fue, sin duda, una jugada rara por parte de la familia de Fante, pero si no la hubieran sacado a la luz, no tendríamos la oportunidad de ver la semilla de lo que luego sería un icono literario. Como él mismo dijo: "carece de buen gusto" � y eso es precisamente lo que la hace tan jodidamente fascinante. Aquí no hay censura ni autocensura. Fante te lo tira todo en la cara sin preocuparse si te va a gustar o no.
Y claro, aquí empieza una saga que te agarra por las entrañas. En Camino de Los Ángeles, el Bandini de 18 años es pura rabia, pura energía sin dirección. Comparado con el Bandini de Espera a la Primavera, aquí no hay ni la mitad de la vulnerabilidad, solo una pataleta enorme. Si en Espera a la Primavera Bandini está buscando algo que ni él sabe qué es, aquí ya está convencido de qué es la gran cosa, aunque en su fuero interno también haya una guerra sin cuartel contra un futuro que se le escapa de las manos.
Es en Pregúntale al Polvo donde ya encontramos al Bandini más maduro, ese que empieza a rendirse. Pero en Camino de Los Ángeles, no. Aquí el chico tiene la mirada de quien está a punto de saltar al vacío, convencido de que el mundo está esperando su grandiosa entrada. Y esa entrada, como todo lo demás, está llena de aristas afiladas. Si pensabas que el Bandini de Pregúntale al Polvo era feroz, espera a ver a este tipo, sin filtro, sin medir las consecuencias, dándoselas de filósofo y escritor sin saber lo que está haciendo.
¿Pero cómo no esperar que fuera así? Es su primer libro, su carta de presentación como escritor. Y aunque la prosa no tiene la misma fluidez o sofisticación de Pregúntale al Polvo, hay algo en su crudeza que te atraviesa. Porque, al fin y al cabo, Fante está siendo fiel a su propio caos interno. No tiene tiempo ni ganas de maquillarlo. Y eso, de alguna manera, también es belleza.
¿Entonces, deberías leer Camino de Los Ángeles? Sí. ¿Lo disfrutarás tanto como sus otras novelas? Tal vez no. Pero aquí encuentras el primer atisbo del escritor que después se convertiría en una figura crucial de la literatura estadounidense. Si buscas entender cómo Fante construyó a este personaje de ficción tan fascinante, si quieres ver el primer esbozo de un escritor que después alcanzaría la gloria, entonces esta novela es imprescindible.
Al final, Camino de Los Ángeles no es solo el testimonio de la juventud de Bandini, sino también de la evolución de Fante como escritor. No fue publicada hasta después de su muerte, y eso es un hecho significativo. Podríamos especular sobre si Fante quiso que su obra permaneciera en el olvido o si su familia, por respeto o por desconocimiento, decidió publicarla. El caso es que, gracias a ellos, hoy podemos tener una nueva perspectiva sobre la saga de Bandini. Y, claro, este Bandini no es perfecto, pero joder, ¡qué humano es!
Reseña de Espera a la Primavera, Bandini (Saga de Arturo Bandini I)
Reseña de Pregúntale al polvo (Saga de Arturo Bandini II)
Reseña de Camino de Los Ángeles (Saga de Arturo Bandini III)
Reseña de Sueños de Bunker Hill (Saga de Arturo Bandini IV)
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Reading Progress
August 11, 2022
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August 11, 2022
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August 13, 2022
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