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Las tempestálidas
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La memoria, la identidad, el pasado perdido, la inestabilidad del presente, el futuro incierto y alarmante, la impertenencia, un adecuadÃsimo vocablo inventado por el autor, el riesgo del olvido, la manipulación del pasadoâ€� temas todos que, en la edad en la que me encuentro y en el presente en el que vivo, me tocan muy de cerca y que aquà son tratados con mucha imaginación y acierto, con una irónica dulzura que hacen de la lectura una auténtica delicia y una urgente llamada de alarma.
La novela se divide en cinco partes, las dos primeras, mis favoritas, se centran en la memoria individual, las dos siguientes, interesantes, necesarias y oportunas, pero menos de mi gusto, en la colectiva, la quinta y última parte es un epÃlogo en el que ambas perspectivas se entremezclan.
La trama tiene como punto de partida una original idea de GaustÃn, psiquiatra gerontólogo, un misterioso personaje que queda en la indeterminación de un “amigo invisible, más visible y real que yo mismo. El GaustÃn de mi juventud. El GaustÃn de mi sueño de ser otro, de estar en otro lugar, de habitar otro tiempo, otras estanciasâ€�: la recreación de entornos pasados que puedan estimular la memoria de personas enfermas de alzheimer.
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La memoria, la identidad, el pasado perdido, la inestabilidad del presente, el futuro incierto y alarmante, la impertenencia, un adecuadÃsimo vocablo inventado por el autor, el riesgo del olvido, la manipulación del pasadoâ€� temas todos que, en la edad en la que me encuentro y en el presente en el que vivo, me tocan muy de cerca y que aquà son tratados con mucha imaginación y acierto, con una irónica dulzura que hacen de la lectura una auténtica delicia y una urgente llamada de alarma.
La novela se divide en cinco partes, las dos primeras, mis favoritas, se centran en la memoria individual, las dos siguientes, interesantes, necesarias y oportunas, pero menos de mi gusto, en la colectiva, la quinta y última parte es un epÃlogo en el que ambas perspectivas se entremezclan.
La trama tiene como punto de partida una original idea de GaustÃn, psiquiatra gerontólogo, un misterioso personaje que queda en la indeterminación de un “amigo invisible, más visible y real que yo mismo. El GaustÃn de mi juventud. El GaustÃn de mi sueño de ser otro, de estar en otro lugar, de habitar otro tiempo, otras estanciasâ€�: la recreación de entornos pasados que puedan estimular la memoria de personas enfermas de alzheimer.
“No hay nada casual a dÃa de hoy en esta avalancha de personas que han perdido la memoriaâ€� Están aquà para decirnos algo. Y, créeme, algún dÃa, más pronto que tarde, muchos empezarán por sà solos a descender al pasado, a «perder la memoria por propia voluntad. Se avecinan tiempos en los que cada vez más personas desearán cobijarse en la cueva del pasado, volver atrás. Y no por buenas razones, precisamente. Debemos tener preparados los refugios antiaéreos del pasado. Llámalos «cronorrefugios», si lo prefieres, o «refugios históricos»â€�A medida que los años empiezan a ser muchos el presente se convierte, como apropiadamente dice el autor, en un paÃs extraño y el pasado en la patria de la que nos expulsaron y a la que la repatriación es ya imposible. En ocasiones ese pasado nos alcanza y nos conmueve a través de la luz de un atardecer, de un olor, de una palabra ya desusada, del nombre de un trineo que tuvimos de niño, del sabor de una magdalena, dejándonos más tristemente exiliados en este cada vez más incomprensible presente, preludio de un futuro aún más extraño e inhóspito. Será por eso que a los viejos les gusta contar historias del pasado, una forma de volver a un sitio en el que, malo o bueno, son jóvenes y no hay incertidumbre, pero también en la necesidad de inocular esas experiencias en los recuerdos de otros que los mantengan vivos un poquito más, que se conviertan en pruebas vivientes de que ellos han existido.
“Hay un monstruo que nos acecha a cada uno de nosotros. La muerte, dirán ustedes. SÃ, sÃ, la muerte es su hermana. Pero la vejez es el monstruoâ€�No puedo estar más de acuerdo. El infierno es la vejez, la incapacidad-Atila que va conquistando cada vez más terreno en el que no vuelve a crecer la hierba, el tachado continuo e imparable de posibilidades, la desacompasada marcha de mente y cuerpo, la desaparición de lugares y personas que se llevan consigo tu pasado (“se fue la última persona que me recordaba como un niñoâ€�).
“Vuelve pellejos tus pechos, torna las nalgas macilentas, te arquea la espalda y te llena de canas el cabello que ya empieza a ralear mientras hace brotar pelos de las orejas y te esparce lunares por el cuerpo, manchas en manos y cara, te hace balbucear sandeces o enmudecer, al fin chocho y senil, después de vaciarte los bolsillos de palabras. Hijo de puta. Llámalo tiempo, vida, vejez, da lo mismo, son todos de la misma banda. Idéntica escoria.�Y entre esas incapacidades terribles hay que destacar el deterioro cognitivo, la demencia senil y el alzheimer.
“Primero olvidas palabras sueltas, luego rostros, habitaciones, extravÃas el cuarto de baño en tu propia casa. Olvidas lo que has aprendido en la vida; de todos modos, no era mucho, muy pronto se desvanecerá con el resto. Luego, en la fase sombrÃa, como la llamaba GaustÃn, llegará el olvido de todo lo acumulado antes de que existieras, aquello que tu cuerpo sabÃa por naturaleza, sin ni siquiera sospecharlo... la mente olvidará hablar, la boca olvidará cómo masticar, la garganta olvidará cómo tragarâ€�La narración continúa con la popularización de esos espacios estimulantes y placenteros entre la población sana; colectivos enteros, paÃses enteros quieren volver a un pasado idealizado; se hicieron referéndums para elegir ese momento de felicidad colectiva que sustituyera la inseguridad del presente y, sobre todo, les proporcionara la seguridad de un futuro mejor.
“Cuanto más olvida una sociedad, tanto más alguien fabrica, vende y rellena con sucedáneos de memoria los nichos desocupadosâ€�GospodÃnov recrea en su Bulgaria natal esa situación de proceso electoral (algo que a los no búlgaros nos pilla un poco lejos, aunque la vida comunista que reivindica uno de los grupos en liza se parece bastante a la vivida en España hace 50 o 60 años) y recorre buena parte de Europa donde los resultados de los distintos referéndums parecen constatar que la inocua nostalgia individual se hace muy peligrosa cuando es colectiva, que la corta memoria de muchos y el escaso esfuerzo de todos en mantener vivo el trágico recuerdo de nuestra negra historia en las nuevas generaciones coloca a estas en situación de repetir los mismos errores que sus padres y abuelos, que fuerzas con mucho poder e inteligencia para modelar voluntades están interesadas en que ciertos hechos se olviden, se minimicen o se tergiversen sin que al resto parezca preocuparles.
“Olvidar exige esfuerzo y trabajo. exige estar recordándote todo el tiempo que tienes que olvidar algo. Seguramente esa y no otra es la labor esencial de toda ideologÃa.â€�El autor cita a Thomas Mann que, en los albores de la Primera Guerra Mundial, decÃa:
“¿Qué era lo que flotaba en el ambiente? Agresividad. Irritabilidad generalizada. Una desazón sin nombre. Una tendencia colectiva a los comentarios venenosos, a los arrebatos de ira, a la violencia casi fÃsica. Cada dÃa estallaban grandes discusiones, gritos sin objeto ni medida entre individuos o entre grupos enteros…â€�¿Les suena? Pues eso.
“� mientras el fuego de la memoria siga ardiendo, uno tendrá la sartén por el mango; en cuanto empiece a apagarse, los aullidos irán en aumento y el cerco de las bestias se irá cerrando entorno. La manada del pasado�
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Pedro
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Jun 11, 2024 05:43AM

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Que te llegue a tiempo de disfrutarlo, David.


Muchas gracias a ti, Gaurav. Cuando lo leas, estaré encantado de leer lo que te pareció.


Muchas gracias, Enrique, me alegro de que a ti también te haya gustado. SÃ, la memoria y el olvido puede ser un peligro según quién los maneje. Desgraciadamente, parece que los que mejor saben manejarla no son los más adecuados.
