César Vidal's Blog, page 145
August 25, 2014
En memoria de Karl Barth
No es que Abd-ra-Rahmán III no sea importante, pero las fuentes relacionadas con su vida no son de utilidad para conocer el islam de Mahoma sino el del califato de Córdoba y el que pretende explicar el cristianismo primitivo con declaraciones conciliares de la Edad Media, la Contrarreforma o incluso el siglo XX incurre en un anacronismo disparatado. Ese conocimiento de las fuentes, por supuesto, no se puede sustituir yendo a internet y cortando y pegando lo que aparece en cualquier página que ya tiene un punto de vista concreto. Comento todo esto porque me ha llamado poderosamente la atención que alguien mencionara a Karl Barth � quizá el teólogo más importante de todo el siglo XX � en apoyo de tesis católicas marianas. Cortando y pegando sucede eso, cuando se conoce la obra de Barth � temo que no es ni de lejos el caso de esta persona � no es posible un dislate semejante. Y se comprenderá que no quiera citar el nombre de la persona en cuestión por que no deseo avergonzarla en público. Por definición, no sólo en mi muro hay total libertad para expresar las opiniones que se desee por muy atrabiliarias que puedan resultar sino que yo mismo intervengo sólo de vez en cuando. Por regla general, cuando ya ha surgido el insulto, el desprecio o la falta de educación, pero incluso en esos casos no pocas veces dejo una nota mediante un mensaje privado o llamo la atención lo más suavemente que puedo. Si la persona se lo toma mal, responde con la burla o encadena insultos ya es cosa suya. Es él quien deja de manifiesto su verdadera naturaleza y no yo quien se la achaca� pero volvamos a Barth.
Karl Barth, de hecho, solía decir que el catolicismo no era cristianismo sino “marianismo�, algo que no gustaba especialmente a ciertos teólogos católicos, pero que, a juzgar por las prácticas de millones de católicos, no es ninguna mentira. Aunque- seamos justos - también María ha ido perdiendo puestos en la clasificación. Hace muy pocos años � le dediqué un editorial en La linterna � un estudio de la jerarquía católica estableció un listado de personajes a los que se dirigían en oración los católicos italianos. El primer puesto lo ocupaba el padre Pío seguido por otros personajes de la tierra. María andaba muy atrás y no digamos ya Cristo� O sea que al cabo de dos mil años, los italianos seguían rezando preferentemente a los hacedores de prodigios � reales o supuestos � por delante del Dios predicado por los cristianos. Claro que así llevan siglos, milenios más bien� pero volvamos a Barth.
La talla teológica de Barth era tan gigantesca que Pío XII afirmaba que su ٴDzáپ eclesial incluso superaba a la Summa Theologica de Tomás de Aquino. Sin duda, el papa no estaba de acuerdo con todas las posiciones de Barth � dicho sea de paso, yo tampoco � pero reconocía lo evidente. Tomás de Aquino catolizó a Aristóteles. Barth construyó un edificio colosal en el que aparecen muchísimos más pensadores. Tampoco creo que exagero si digo que sólo conozco dos personas en España que hayan leído la Teología dogmática de Barth y que yo soy una de ellas. De nuevo, para ser justos hay que decir que Barth es plato fuerte. Con todo, no todo en él resulta tan difícil. Por ejemplo, su estudio sobre el bautismo donde reafirma con el Nuevo Testamento que el bautismo de infantes fue desconocido en la Era apostólica es de fácil lectura. Dice, por otro lado, lo evidente� pero volvamos a Barth.
El salto a la primera fila de la teología europea lo obtuvo Barth posiblemente no sólo con su comentario a la carta a los Romanos sino, fundamentalmente, con la diatriba a que sometió a los teólogos liberales. Los amigos de las etiquetas denominarían al impulso barthiano Neo-ortodoxia, pero es dudoso que el nombre fuera adecuado. Sí hay que reconocer que sus adversarios teológicos eran primeros espadas que ya no se recuperarían del todo. Aún así, como no todos aprenden hace años un sacerdote español llamado Pagola � muy cercano a los nacionalistas vascos, versión etarra incluida � publicó un libro patético titulado ú que no pasaba de ser un triste refrito de lo que Barth había refutado casi un siglo antes. Es posible que Pagola nunca hubiera leído a Barth y lo mismo debió de suceder con las monjas que compraron su libro � así me lo contaron en una de las librerías San Pablo � por docenas, pero es que hay gente que siempre va con siglos de retraso.
Aunque suizo de origen, Barth enseñó durante años en Alemania. Advirtió de lo que iba a ser la llegada al poder de Hitler y no sorprende que no le dejaran seguir enseñando. Pero Barth no se calló. Optó por el exilio y suscribió entre otros documentos la Declaración de Barmen que era un canto de protesta contra el nacional-socialismo. Lo hizo precisamente en los mismos tiempos en que la Santa Sede firmaba un concordato con Hitler que dio al dictador un respaldo internacional impensable. Ahora � en teoría y tras una derrota militar � es muy fácil decir quiénes eran los buenos y quiénes, los malos. Entonces exigía un gran valor y una gran altura moral.
Desde el exilio, Barth siguió en su tarea de oposición al régimen nazi con no menos denuedo que otros pastores evangélicos como Martin Niehmoller � al que Hitler denominaba “mi prisionero particular� � o Dietrich Bonhoeffer que fue ejecutado por las SS apenas unos días antes del final de la guerra.
Barth sólo vio aumentado su prestigio durante la posguerra dado que, a diferencia de no pocos que tuvieron que blanquear su biografía, él había sido un resistente al nazismo desde el principio. A punto de retirarse o semi-retirado, acudió a verlo un joven sacerdote católico que estaba pensando en doctorarse. Se llamaba Hans Küng y había decidido escribir una tesis sobre la justificación por la fe. Como Lutero � y tantos otros � Küng había descubierto en el Nuevo Testamento que la justificación es por la fe y no por las obras y deseaba escribir su tesis sobre el tema. Había pensado en Barth porque pensaba que sería uno de los pocos con valor para dirigirla y quizá el único al que no pondrían pegas en su facultad romana. Barth lo acogió con simpatía y el fruto sería una muy interesante tesis doctoral titulada ܲپھó. En España, el libro se publicó en los sesenta, pero, guardándose de algún guantazo de arriba, la editorial le puso por título La justificación según Karl Barth. Como me ha tocado escuchar lo que han padecido aspirantes a beneficios eclesiásticos y a puestos en facultades de teología católica comprendo de sobra a Küng y a la editorial española que era católica, por cierto.
El caso es que Küng, suizo también, visitaba ocasionalmente a Barth y, además de leer lo que iba escribiendo, charlaba con él de los más diversos temas. En una de sus visitas � lo cuenta Küng en el primer volumen de sus interesantísimas memorias � Barth le preguntó por la noticia que se había difundido de que ú se le había aparecido a Pío XII. El hecho, según Barth, sería de enorme interés ya que, desde Pablo de Tarso, ú no se había aparecido a nadie. Küng se sintió abochornado porque conocía al sacerdote que la había difundido y� lo conocía. Por supuesto, no creía en el rumor y, como pasa con muchos católicos sensatos, no lo pasan bien cuando sus amigos protestantes les preguntan sobre episodios como el referido. Küng se limitó a decir que no mantenía opinión sobre el tema. Barth � que tenía su punto de humor � le dijo a Küng que él sí creía en la posibilidad de que ú se hubiera aparecido al papa, para añadir: “Y creo que le dijo lo mismo que a Pablo: ¡Pío, Pío! ¿Por qué me persigues?�. Seguramente, Barth bromeaba.
Por lo que se refiere a Küng ahora tiene muy mala prensa. En realidad, comenzó a tenerla cuando Juan Pablo arremetió contra él por haber escrito un libro ¿Դڲ? donde Küng demostraba que el dogma de la infalibilidad papal no sólo era un disparate en términos históricos sino que incluso había sido condenado como doctrina diabólica por el papado medieval. A pesar de ello, durante años � soy testigo de ello � Küng fue la mamá de Tarzán en medios católicos. No era para menos porque sus obras debían ser las únicas que alcanzaron la categoría de best-seller sin ser el dirigente de un grupo como Escribá de Balaguer o Marcial Maciel. Küng era heterodoxo entonces, pero nadie cargó contra él por eso de que la Inquisición ya no estaba de moda. Sin embargo, cuestionar el aparato de poder romano fue excesivo. El papa le privó de la condición de teólogo católico y quiso quitarle la cátedra � que había conseguido gracias a la ayuda de Joseph Ratzinger � pero la universidad reaccionó concediéndole otra cátedra para que pudiera seguir enseñando. No sorprende luego que hace años un sacerdote � al que yo anuncié que sería obispo acertando, por cierto, en la predicción � insistiera en que mis posiciones cristológicas eran mucho más ortodoxas que las de la mayoría de los catedráticos católicos. Lo ignoro, pero si por ortodoxia se entiende aferrarse a lo que dice la Biblia la descripción era adecuada. Pero estaba hablando de Küng�
Que Küng sabe Historia es también indiscutible. Pocos relatos han sido más fieles a la realidad que el suyo sobre el desarrollo de la iglesia católica en Cristianismo donde demuestra que los primeros cristianos no siguieron un modelo eclesial como el católico y que el sistema papal, a pesar de sus antecedentes, fue consagrado por Gregorio VII ya en la Alta Edad Media. Pero no quiero desviarme. Se diga lo que se diga de Küng ni un servidor y temo que tampoco ninguno de los que aparecen por este muro será algún día, como él lo fue, consultor teológico de un concilio ecuménico. Personalmente � insisto en ello - discrepo de no pocas de sus interpretaciones bíblicas, pero, en términos históricos, suele ser muy, muy exacto. Por cierto, en el tomo primero de sus memorias, relata cómo al iniciarse el concilio Vaticano II los grandes teólogos católicos eran más que conscientes de los errores teológicos de la iglesia católica, pero se dividían entre los que consideraban que “mejor no meneallo� (como Rahner) y los que pensaban que debían corregirse. De forma bien significativa, bastantes de ellos pensaban que lo primero que había que hacer era reconocer que Lutero tenía razón � literal - y a partir de ahí ver hasta donde llegaban. En otras palabras, los consultores teológicos del Vaticano II eran en no pocos casos más radicales que el que escribe estas líneas que, desde luego, no piensa que Lutero tuviera la razón en todo. No sorprende que, a pesar de todos los cambios acometidos por el concilio � en algunos casos siglos de catolicismo arrojados al vertedero � estos teólogos no se sintieran satisfechos. A fin de cuentas, deseaban una verdadera reforma. Pero volvamos a Barth�
Durante un par de cursos, tuve un profesor que había sido alumno suyo en la juventud. Por supuesto, tampoco estaba de acuerdo con todos los planteamientos de Barth, pero reconocía con inmensa admiración que era una mente privilegiada. Según su testimonio, llegaba a clase, colocaba su reloj sobre la mesa y comenzaba a disertar sin una sola nota por espacio de una hora. Citaba de memoria � y con exactitud � la Biblia, los Padres, los teólogos como si los tuviera ante los ojos y, como decía casi emocionado, bastaba ir a suٴDzáپ para encontrar que, para cualquier tema, podía aportar referencias de las fuentes más diversas precisamente porque las conocía.
He mencionado ya que no estoy de acuerdo con todas las posiciones teológicas de Barth, sin embargo, el personaje me parece excepcional. Intelectual y activista, teólogo y erudito, sabio y con sentido del humor, polígrafo y exiliado, podía adentrarse en las complicaciones del texto griego y, a la vez, entretenerse leyendo una novela policíaca. Cuesta no ver en él a una persona ejemplar y admirable desde muchos puntos de vista. No maltratemos su imagen y su memoria, atribuyéndolo un apoyo a posiciones marianas que él rechazaba con vehemencia precisamente por colisionar con la Biblia y porque conocía magníficamente la Historia del cristianismo. Y si alguna vez queremos dar una opinión molestémonos en leer las fuentes históricas en lugar de dedicarnos a cortar y pegar. Siquiera en memoria de Karl Barth.
August 24, 2014
La Reforma indispensable (X): Un monje llamado Lutero (IV): los primeros años (IV)
� A pesar de su entrega y dedicación, Lutero no encontró la paz espiritual en la vida monástica. Por el contrario, su sensibilidad espiritual le conduciría por un camino muy diferente.
En 1512, Lutero se doctoró en teología y por aquella época ya contaba con un conocimiento nada despreciable de la Biblia. Por supuesto, las Escrituras no estaban ausentes del mundo en el que había crecido Lutero, pero su influjo se encontraba muy mediatizado. La gente sencilla podía conocer historias de la Biblia gracias a una transmisión oral o a lo que podían contemplar en las imágenes pintadas o esculpidas de las iglesias. Quizá no ignoraban momentos esenciales de la vida de ú o de los personajes del Antiguo Testamento, pero a él se sumaba la proliferación de leyendas piadosas, no pocas de las cuales hoy nos provocarían una sonrisa. En algunas naciones, como España, la situación era todavía peor. Ha sido Ángel Alcalá, profesor de la Pontificia de Salamanca y del Seminario de Zaragoza, quien lo ha expresado con especial claridad al afirmar: “España no fue nunca un pueblo de la Biblia. Los poquísimos e incompletos manuscritos medievales de biblias romanceadas y las exiguas traducciones de la Escritura que vieron la luz en España en los siglos XIII al XV no autorizan a pensar que predominara en ella la tendencia de los lectores, siempre pocos por supuesto, a conocer la “palabra de Dios�. Tras detallar cómo la hipótesis de la Vetus latina y algunas traducciones parciales “no invalidan esta afirmación�, Alcalá concluye afirmando que “en nada ayudó, por cierto, que los Reyes Católicos, casi a la vez y por no dispares motivos, prohibieran la Biblia en lengua vulgar y decretaran para los judíos el bautismo y la expulsión�. No sorprende que, a continuación, cuando Alcalá tiene que mencionar a un autor que verdaderamente amara la Biblia, tenga que citar al protestante Francisco de Enzinas.
Para Martín Lutero, sin embargo, el contacto con el texto sagrado empezó a proporcionarle una vía de salida a la angustia. Como señalaría años después, no había aprendido su teología “de golpe�, sino que había tenido que “buscar en profundidad� en los lugares a donde lo “llevaban las tentaciones�. La afirmación se corresponde, desde luego, con la realidad histórica. Como ha señalado J. Atkinson, Lutero formuló las preguntas correctas - ¿cómo puedo salvarme siendo Dios justo y yo injusto? � y recibió las respuestas correctas. La respuesta la encontró en la Biblia leyendo el inicio de la carta a los Romanos donde el apóstol Pablo afirma que “en el Evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo vivirá por la fe� (Romanos 1, 17). Lutero captó que la justicia de Dios tenía una doble dimensión. Por un lado, se trataba de una cara que exigía que los hombres fueran justos y que anunciaba un juicio, pero, por otro, poseía también un rostro salvifico que actuaba en los seres humanos mediante la fe en Cristo.
El descubrimiento de esa doctrina provocó en Lutero un cambio esencial, una conversión, que recuerda por su conexión con la carta a los Romanos a la experimentada por Agustín de Hipona antes o por John Wesley después.
Este episodio, denominado convencionalmente como “Experiencia de la torre�, ya que se supone que tuvo lugar encontrándose en el citado lugar vino preparado por la búsqueda y el estudio de años, pero, muy posiblemente, fue como un resplandor repentino, como una iluminación inmediata, como un fogonazo que arrojó luz sobre toda su vida. Según la descripción del propio Lutero, semejante experiencia lo liberó de la ansiedad, del temor y del pecado y lo llenó de paz y de sosiego, unas circunstancias comunes en las experiencias de conversión. Ignoramos con certeza cuando tuvo lugar la “experiencia de la torre� y los expertos se dividen a la hora de señalar la fecha entre 1508-9, 1511, 1512, 1513, 1514, 1515 e incluso 1518-9. 1512 resulta la fecha más tardía aceptable porque en 1513 � cuando enseñaba los Salmos con una perspectiva cristológica - ya estaban presentes en su obra todos los elementos de esa visión sobre la salvación.
Desde luego, el gran paso dado por Lutero ser percibe con extraordinaria nitidez en la época - 1515 � en que enseñaba la epístola de Pablo a los romanos. Esta epístola es, en buena medida, un desarrollo de la dirigida a los Gálatas y, sin ningún género de dudas, el escrito más importante que saldría nunca de la pluma de Pablo. A diferencia de la mayoría de los textos paulinos, esta carta no pretendía responder a situaciones circunstanciales que se habían planteado en iglesias fundadas por él. Tampoco pretendía atender necesidades de carácter pastoral. Por el contrario, se dirigía a unos hermanos en la fe que sólo le conocían de oídas y a los que deseaba ofrecer un resumen sistemático de su predicación.
Como era común en el género epistolar de su época, Pablo comenzaba este escrito presentándose y haciendo referencia al afecto que sentía hacia los destinatarios de la carta (Romanos 1, 1-7) , para, acto seguido, indicar que su deseo era viajar hasta esa ciudad y poder compartir con los fieles algún don espiritual (Romanos 1, 10-11). Ahora había llegado el momento “anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma�, un evangelio del que no se avergonzaba (Romanos 1, 15-16). ¿En qué consistía ese Evangelio, esa buena noticia? Pablo lo expresa con obvia elocuencia:
“el evangelio� es poder de Dios para salvación para todo aquel que cree; para el judío, en primer lugar, pero también para el griego. 17 Porque en él la justicia de Dios se manifiesta de fe en fe; como está escrito: pero el justo vivirá por la fe.
(Romanos 1, 16b-17)
El resumen de su predicación que realizaba Pablo al inicio de la carta no podía ser más claro. La justicia de Dios no se recibía a través de las obras o de los méritos personales � desde luego, nos encontramos la menor mención a algo que se pareciera a buena parte de la existencia que Lutero vivía en el convento - sino por la fe y su consecuencia lógica es que el justo vivirá por la fe.
En la carta a los Romanos, Pablo desarrollaba además de manera amplia las bases de su afirmación. En primer lugar, dejaba sentado el estado de culpabilidad universal del género humano, una realidad que Lutero conocía � y reconocía � sin paliativos. Primero, dictaba esa sentencia en relación con los gentiles, los paganos, los que no pertenecen al pueblo de Israel del que él mismo sí formaba parte, afirmando lo siguiente:
18 Porque es manifiesta la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen la verdad con la injusticia: 19 Porque lo que de Dios se conoce, a ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas que de él son invisibles, su eterno poder y su deidad, se perciben desde la creación del mundo, pudiendo entenderse a partir de las cosas creadas; de manera que no tienen excusa: 21 Porque a pesar de haber conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; por el contrario, se enredaron en vanos discursos, y su corazón necio se entenebreció. 22 Asegurando que eran sabios, se convirtieron en necios: 23 cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen que representaba a un hombre corruptible, y aves, y animales de cuatro patas, y reptiles serpientes. 24 Por eso, Dios los entregó a la inmundicia, a las ansias de sus corazones, de tal manera que contaminaron sus cuerpos entre sí mismos: 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y sirviendo a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el natural uso del cuerpo por el que es contrario a la naturaleza: 27 Y de la misma manera, también los hombres, abandonando el uso natural de las mujeres, se encendieron en pasiones concupiscencias los unos con los otros, realizando cosas vergonzosas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la paga adecuada a su extravío. 28 Y como no se dignaron reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, que los lleva a hacer indecencias, 29 rebosando de toda iniquidad, de fornicación, de maldad, de avaricia, de perversidad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de maldades, desobedientes a los padres, 31 ignorantes, desleales, sin afecto natural, despiadados: 32 éstos, aún sabiendo de sobra el juicio de Dios - que los que practican estas cosas merecen la muerte - no sólo las hacen, sino que además respaldan a los que las hacen�.
(Romanos 1, 18-31)
La descripción del mundo pagano que Pablo llevaba a cabo en el texto previo coincidía, en líneas generales, con otros juicios expresados por autores judíos de la Antigüedad y, en menor medida, con filósofos gentiles. La línea argumental resultaba de especial nitidez, desde luego. De entrada, a juicio de Pablo, la raíz de la degeneración moral del mundo pagano arrancaba de su negativa a reconocer el papel de Dios en la vida de los seres humanos. Que Dios existe es algo que se desprende de la misma creación, que no ha podido surgir de la nada. Sin embargo, el ser humano ha preferido sustituirlo por el culto a las criaturas. Ha entrado así en un proceso de declive moral en el que, según Pablo, conductas como las prácticas homosexuales constituyen un paradigma de perversión en la medida en que significan cometer actos contrarios a lo que la propia Naturaleza dispone. El volverse de espaldas a Dios tiene como consecuencia primera el rechazo de unas normas morales lo que deriva en prácticas pecaminosas que van de la fornicación a la deslealtad pasando por el homicidio, la mentira o la murmuración. Sin embargo, el proceso de deterioro moral no concluye ahí. Da un paso más allá cuando los que hacen el mal, no se limitan a quebrantar la ley de Dios sino que además se complacen en que otros sigan su camino perverso. Se trata del estadio en el que el adúltero, el ladrón, el desobediente a los padres o el que practica la homosexualidad no sólo deja de considerar que sus prácticas son malas sino que incluso invita a otros a imitarle y obtiene con ello un placer especial.
En segundo lugar, en Romanos, Pablo indicaba cómo el veredicto de culpa no pesaba únicamente sobre los paganos. Por el contrario, estaba convencido de que, ante Dios, también los judíos, el pueblo que había recibido la ley de Dios, era culpable. Al respecto, sus palabras no pueden ser más claras:
17 He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y descansas en la Ley y presumes de Dios, 18 Y conoces su voluntad, y apruebas lo mejor, instruido por la Ley 19 y confías que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, 20 maestro de los que no saben, educador de niños, que tienes en la Ley la formulación de la ciencia y de la verdad. 21 Tú pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se ha de hurtar, hurtas? 22 ¿Tú, que dices que no se ha de cometer adulterio, cometes adulterio? ¿Tú, que abominas los ídolos, robas templos? 23 ¿Tú, que te jactas de la Ley, con infracción de la Ley deshonras a Dios? 24 Porque el nombre de Dios es blasfemado por vuestra culpa entre los gentiles, tal y como está escrito. 25 porque la circuncisión en realidad tiene utilidad si guardas la Ley, pero si la desobedeces tu circuncisión se convierte en incircuncisión.
(Romanos 2, 17-25)
La conclusión a la que llegaba Pablo difícilmente podía ser refutada. Los gentiles podían no conocer la Ley dada por Dios a Moisés, pero eran culpables en la medida en que desobedecían la ley natural que conocían e incluso podían llegar a un proceso de descomposición moral en el que no sólo no se oponían al mal, sino que se complacían en él e incluso impulsaban a otros a entregarse a quebrantar la ley natural. Los gentiles, por lo tanto, eran culpables. En el caso de los judíos, su punto de partida era superior siquiera porque habían recibido la Ley, pero su culpa era, como mínimo, semejante. También los judíos quebrantaban la Ley. El veredicto, por lo tanto, era esperable y obvio:
9 ... ya hemos acusado a judíos y a gentiles, de que todos están debajo de pecado. 10Como está escrito: No hay justo, ni siquiera uno.
(Romanos 3, 9-10)
El hecho de que, a fin de cuentas, todos los hombres son pecadores y, en mayor o menor medida, han quebrantado la ley natural o la Ley parece que admite poca discusión. De hecho, para Lutero esa realidad resultaba angustiosamente presente y punzante. Pero � y aquí se encuentra una de las preguntas correctas que deben formularse - ¿Qué vía ofrecía el apóstol Pablo para salir de esa terrible situación?
De manera bien significativa, Pablo conocía las interpretaciones teológicas que afirman que la culpabilidad del pecador podía quedar equilibrada o compensada mediante el cumplimiento, aunque fuera parcial, de la ley de Dios. En otras palabras, no ignoraba afirmaciones como las de que es cierto que todos somos culpables, pero podríamos salvarnos mediante la obediencia, aunque no sea del todo completa y perfecta, a la ley divina. Sin embargo, esa tesis Pablo la refuta de manera contundente al afirmar que la ley no puede salvar:
19 Porque sabemos que todo lo que la ley dice, se lo dice a los que están bajo la ley lo dice, para que toda boca se tape, y todo el mundo se reconozca culpable ante Dios: 20Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado.
(Romanos 3, 19-20)
Pablo contradecía con una lógica aplastante la posible objeción. La ley no puede salvar, porque, en realidad, lo único que deja de manifiesto es que todo el género humano es culpable. De alguna manera, la ley es como un termómetro que muestra la fiebre que tiene un paciente, pero que no puede hacer nada para curarlo. Cuando un ser humano es colocado sobre la vara de medir de la ley lo que se descubre es que es culpable ante Dios en mayor o menor medida. La ley incluso puede mostrarle hasta qué punto es pecador, pero nada más. Eso, por supuesto, lo sabía Lutero, pero, más allá de las obras propias, de la ley de Dios, de los méritos personales que en nada compensan los pecados propios, ¿existe algún camino de salvación?
Próximo capítulo:
LA NECESIDAD DE LA REFORMA: la Reforma indispensable (XI): Un monje llamado Lutero (V): los primeros años (V): el mensaje de salvación
Ángel Alcalá, Literatura�, p. 60.
Idem, Ibidem, p. 61.
TR I.146.12.
J. Atkinson, Lutero�, p. 53.
August 23, 2014
Shall We Gather At the River?
Vez tras vez, cuando llegaba hasta la casa de alguien que había fallecido, Lowry escuchaba la pregunta angustiada de algún familiar de las víctimas de la enfermedad formulándole angustiosas preguntas. Una de ellas, repetida vez tras vez, era si alguna vez volverían a ver a aquellos seres queridos. La respuesta de Lowry era clara e incluso contundente. Aquellos que hubieran puesto su confianza en ú se encontrarían sin ningún género de dudas a la orilla del río que fluye del trono de Dios al que se refiere la Biblia. Fue así como surgió la idea de una canción que Lowry escribió y que muy pronto alcanzó una fama mundial.
Para aquellos que no lo sepan debo decir que era uno de los himnos preferidos del director de cine John Ford y que aparece una y otra vez en sus películas. Desde La diligencia (1939) a Centauros del desierto (1956) pasando por Mi querida Clementina (1946) o Los tres padrinos (1948), Ford rindió homenaje vez tras vez a esta canción evangélica. Debo decir que no fue el único. Elliot Silverstein la reprodujo en Cat Ballou (1965) y Sam Peckinpah en Mayor Dundee (1965) y Grupo salvaje (1969). Incluso se puede oír en Cometieron dos errores (1968), uno de los primeros westerns de Clint Eastwood. En realidad, esa presencia en el cine es lógica porque, en medio de la violencia y de la dureza de la vida, buena parte de la sociedad de Estados Unidos sabía adonde dirigirse. A fin de cuentas, el canto de esperanza compuesto por el pastor Lowry era un eco de la certeza de salvación que tiene el que ha puesto su fe en el sacrificio de ú en la cruz para ser salvo. Es una certeza que jamás puede tener el que descansa en sus propios méritos (¡propios méritos!) o en un sistema ceremonial, pero que resulta casi palpable para el que ha decidido seguir a ú y lo ha recibido en su corazón.
He escogido dos versiones del himno. La primera, en inglés, es del Hee Haw Gospel Quartet; la segunda es de una intérprete para mi desconocida, pero que canta una de las versiones en español � hay varias � de este himno. Yo lo aprendí hace ya tiempo y nunca he dudado de que, un día, por la gracia de Dios que no por mis merecimientos, me reuniré en ese río tan especial con aquellos que me precedieron en la fe.
Ésta es la versión del Hee Haw Gospel Quartet
Y aquí tienen ustedes una versión en español interpretada por Cristal
August 20, 2014
Trajano, el mejor emperador
No exageraba. Nacido en 53 d. de C., muy cerca de la actual Sevilla, Marco Ulpio Trajano fue el primer emperador no itálico. Adoptado por Nerva como su sucesor � una medida que deseaba evitar el carácter dinástico de la institución y acentuar el meritocrático � Trajano supo combinar una extraordinaria política exterior con un programa de monumentos � el foro, el mercado, la columna - verdaderamente espectacular. Consciente de la necesidad de contar con unas fronteras seguras � una angustiosa realidad para todos los imperios a lo largo de la Historia � en el año 101 comenzó una serie de campañas contra el reino de Dacia, la actual Rumania, que concluyeron con su conquista en 106. No deja de ser significativo que, a día de hoy, Trajan siga siendo un nombre honroso para los rumanos. Apenas sometida Dacia, Trajano se anexionó el reino fronterizo de los nabateos en Oriente Medio creando la provincia de Arabia Pétrea. Durante esos años de expansión, su gobierno fue sabio y moderado incluso aunque permitiera la persecución de los cristianos. Pero incluso en esta área fue mucho más comprensivo que otros emperadores. Decidió, pues, que no se buscara a los cristianos, que se desecharan las denuncias sin pruebas y que se les permitiera una apostasía formal para eludir la muerte. Quizá no cabía esperar más de una cultura que encontraba incomprensible que se rindiera sólo culto a Dios y que había deificado al emperador. En el año 113, Trajano intentó realizar el sueño que le había costado la vida a Craso y que César pensaba llevar a cabo cuando fue asesinado. Lanzó así una campaña contra los partos. En 116, entró en la legendaria ciudad de Susa, pero lo que no pudieron los ejércitos enemigos lo pudo la enfermedad. Falleció de regreso a Roma dejando como sucesor a su sobrino Adriano. Con Trajano había alcanzado el imperio su máxima extensión territorial. Justo la que no pudieron mantener sus sucesores.
Próxima semana: Adriano
August 19, 2014
پáDzDz
� En un acto auspiciado por el Centro Cultural Argentino y el Inter American Institute for Democracy pude contemplar noventa minutos de metraje en el que, sin concesión alguna, charlaban Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis. Para los que no conozcan bien la reciente Historia de Argentina, diré que Graciela Fernández Meijide es una campeona de los derechos humanos cuyo hijo Pablo fue “desaparecido� en 1976 por el gobierno militar y Héctor Leis, un antiguo miembro de la organización terrorista Montoneros. De ambos se esperaría que cargaran, amarga y parcialmente, contra la dictadura militar atribuyéndole todos los males habidos y por haber y que incluso pretendieran pintar, como ahora el kirshnerismo, a los terroristas de entonces como heroicos combatientes por la libertad. Lo que se ve en los diálogos entre ambos es exactamente lo contrario. Leis reconoce que los montoneros fueron un grupo terrorista que actuaba desalmadamente mientras que Fernández Meljide, a pesar del drama de su hijo, no duda en calificar como guerra civil la situación previa al golpe militar, una guerra civil que el ejército, dotado de legitimidad para ello, debía detener. Sin embargo, las posiciones a que han llegado ambos personajes no son de defensa de la Junta militar sino de reconocimiento de una terrible realidad. Los militares estaban obligados a actuar, pero la manera en que lo hicieron resultó absolutamente intolerable. Especialmente conmovedora es por eso mismo la forma en que ambos afrontan el tema del perdón y la de la reconciliación. Mientras Leis subraya que no hay forma de seguir adelante sin dar ese paso, Fernández Meijide considera que nadie puede otorgar el perdón salvo la víctima. Esa diferencia � totalmente legítima � es la única que, a estas alturas, puede enfrentar a dos personajes que reconocen con sensatez, incluso con sabiduría, que el izquierdismo delirante derivó hacia un terrorismo letal; que Argentina se hallaba sumida en una violencia intolerable; que los militares no podían permanecer pasivos ante el desgarro creciente; que la manera en que actuaron no fue, ni de lejos, la más digna y que la utilización de la denominada “memoria histórica� llevada a cabo por el kirshnerismo es una manipulación interesada e indecente. Pocas veces, un simple intercambio de palabras habrá resultado más sincero, más profundo y más aleccionador para todos que en este پáDzDz.
En Centroamérica (III): El Salvador
Gracias a Dios, aquel período bélico es cosa del pasado, pero la nación sigue enfrentándose con problemas nada baladíes. El primero es, sin duda alguna, la violencia. A día de hoy, El Salvador compite con Honduras por el primer puesto en la lista de naciones más inseguras del mundo. Tanto si es el campeón como si está ubicado en segundo lugar hay que reconocer que no se trata de una condición envidiable. Como puede entenderse con facilidad, la existencia de la extorsión más que generalizada y la presencia de las denominadas maras contribuyen a debilitar la economía, a desanimar la inversión y a aumentar el número de parados. A este drama, se suman la proverbial corrupción de las naciones hispanoamericanas y la llegada al poder en marzo de este año de un presidente que fue comandante en su día del FPL o Fuerzas populares de Liberación Farabundo Martí. En una nación como España donde las franquicias de ETA ocupan concejalías y escaños parlamentarios y gobiernan ayuntamientos semejante circunstancia quizá no resulte tan llamativa, pero para El Salvador es, innegablemente, letal. La gente del FMLN, que es el nombre adoptado por los herederos de la guerrilla de izquierdas, no han dudado � tampoco es tan extraño � en alinearse con esa siniestra coalición de dictaduras hispanoamericanas que reúnen desde el jurásico castrismo al fascismo chavista pasando por el indigenismo de Evo Morales o el populismo de Correa. A decir verdad, el FMLN sólo tiene como valladar para implantar un sistema como el que padece Venezuela a la Corte Suprema, porque ARENA, el partido de derechas, no está destacando por su sagacidad política. Un chavismo salvadoreño con bandas callejeras que podrían pasar de la delincuencia al matonismo político, como ya sucedió con las camisas pardas de Hitler, resulta más que posible en una nación que ha padecido de manera continua la violencia en las calles y los escuadrones de la muerte. Que El Salvador siga tan terrible derrotero mientras el actual gobierno contribuye a agudizar los problemas económicos como ha sucedido en Venezuela, desde luego, no es imposible.
August 18, 2014
Yo soy un afortunado
El documento resulta revelador porque no sólo deja de manifiesto que la iglesia católica seguía siendo una enemiga declarada de la libertad religiosa sino que además estaba más que dispuesta a valerse del aparato del estado para impedirla. Así afirma el texto que entre las armas de que dispone la iglesia católica contra la expansión del protestantismo se halla el que “cuando los Gobernadores de provincias son buenos católicos, y lo son casi siempre, los Obispos encuentran en ellos excelente ayuda; pues constituyen aquellos un gran elemento para molestar a los protestantes y hacerles imposible la vida sin necesidad de infringir las reyes del reino o tolerancia religiosa�. La cita � se convendrá en ello � no tiene desperdicio a la hora de mostrar la realidad de una institución que algunos ahora, por ignorancia supina o peor mala fe, quieren presentar como campeona histórica de la libertad religiosa. Pero sigamos con el texto.
El documento señalaba igualmente que “estos medios y otros que la necesidad práctica fácilmente sugerirá pueden impedir todo avance del protestantismo en España y aun hacer imposible su vida�. Porque la verdad es que, a pesar del odio con que el prelado se expresaba a la hora de hablar de los protestantes, resultaba innegable que éstos realizaban una obra social que la iglesia católica no había acometido jamás. Por ejemplo, según el mismo documento, en Sevilla, “hasta 1913, todas las escuelas mineras eran protestantes�, un peligro que había que contrarrestar y que, por enésima vez, dejaba al descubierto el nulo interés de la iglesia católica por la educación popular. Entre las líneas en que se detallaban el número de iglesias y escuelas protestantes en territorio español y su ubicación geográfica, se percibía la cólera y el temor que provocaba a la Santa Sede la idea de que, más tarde o más temprano, España podía acabar dando entrada a una verdadera libertad religiosa y con ella a una inevitable expansión del protestantismo. Así, por enésima vez, la iglesia católica dejaba de manifiesto que no se veía capaz de enfrentarse con lo que llamaba la “peste evangélica� si no la respaldaba el aparato del estado y la violencia ya institucional, ya de las turbas. Pocas veces se habrá reconocido de manera más obvia -y a pesar de las orgullosas afirmaciones de superioridad - la propia inferioridad espiritual.
No eran sólo palabras. Durante la II República, la iglesia católica tuvo bastantes problemas con intentar preservar sus privilegios y con agitar a sus fieles con esa finalidad. No sorprende que el mismo cardenal Tarancón dijera � era cierto � que en vísperas de la guerra civil, las sacristías se habían convertido en lugares donde se conspiraba para alzarse en armas. Ni que decir tiene que cuando estalló todo, sobre los evangélicos cayó no poca de la represión, una represión que no ha sido contada de manera completa hasta ahora. Y es que, página especial en el capítulo de la represión educativa desencadenada de manera inmisericorde por la iglesia católica, fue el relativo a las iglesias protestantes. Si ya antes de la proclamación de la II República, la Santa Sede había manifestado su preocupación por “la peste evangélica� y la existencia de escuelas protestantes y había cursado consignas para, literalmente, “hacer la vida imposible� a los protestantes españoles, a partir de julio de 1936, las operaciones militares permitieron a la iglesia católica proceder impunemente al asesinato de los pastores protestantes, al robo de sus bienes y al cierre de sus iglesias y escuelas. Así, el 9 de octubre de 1936, Miguel Blanco, pastor de San Fernando fue fusilado, al igual que el pastor granadino Salvador Iñiguez. El mismo destino trágico sufrieron García Fernández, un antiguo sacerdote católico convertido a la fe de la Biblia, y su esposa que ayudaban en la iglesia evangélica de Granada. En Jaca, todos los maestros de las escuelas protestantes fueron pasados por las armas. Su caso no fue excepcional. El 9 de diciembre, el pastor salmantino Atilano Coco fue también fusilado por los alzados. Su esposa, y luego viuda, había entregado a Miguel de Unamuno, una carta despidiéndose de él. Unamuno no logró salvar la vida de su amigo protestante, pero la amargura que llenó su corazón por el crimen fue la que lo llevó a enfrentarse con Millán Astray en la universidad de Salamanca y a confinarse después en su domicilio hasta su muerte poco después. Era tan sólo el inicio. Cuando la guerra acabara, todos los templos y escuelas protestantes serían clausurados. A esas alturas, de las 147 poblaciones en las que había obra evangélica, sólo 33 conservaban en pie sus locales. En el resto, las fuerzas católicas de los vencedores los habían saqueado y arrasado aprovechando el conflicto. A partir de 1939, se producirían incautaciones de los locales protestantes para utilizarlos, como en Puertollano, para beneficio de la iglesia católica. Los protestantes no conservarían ni una sola de sus escuelas. Despojados de sus lugares de culto y de estudio, se veían así, como en tantas ocasiones, hermanados con los judíos por la persecución procedente de un verdugo común.
Aunque las iglesias evangélicas nunca � a diferencia de la iglesia católica o de la UGT, el PSOE o el PCE � han solicitado reparación por estos atropellos crueles yo recuerdo esos episodios.
Los recuerdo cuando católicos, generalmente anónimos, me envían mensajes privados insultándome y/o amenazándome con la tortura o la muerte
Los recuerdo cuando los trolls católicos entran en mis muros airados ante la exposición de la verdad y comienzan a soltar los topicazos de siglos que ahora resultan más ridículos y endebles que nunca
Los recuerdo cuando sé de la última presión sufrida por medios de comunicación o editoriales para que no pueda escribir una línea más o no pueda nunca volver a colocarme ante un micrófono o una cámara
Los recuerdo cuando pienso que todos aquellos protestantes de los que las fuentes de la época cuenta cómo fueron detenidos, torturados, encarcelados, privados de sus bienes e incluso muertos por el único delito de querer compartir el Evangelio puro de la Biblia con sus compatriotas
Los recuerdo y pienso que todas aquellas personas que padecieron la persecución a manos de la iglesia católica fueron mucho, mucho, mucho mejores que yo.
Los recuerdo y me digo incluso que yo soy un afortunado porque siempre que me han perseguido sólo han conseguido que Dios me colocara en un lugar desde el que poder hablar con más fuerza
Los recuerdo y me digo que yo soy afortunado porque donde ellos sufrieron a sacerdotes que les quemaban las Biblias y los Nuevos Testamentos, a policías que los detenían o a piquetes que los fusilaban yo sólo soporto a indocumentados que como trolls son pesados, pero que, dialécticamente, no sirven ni de sparrings y a cobardes que a la hora de amenazarme ni siquiera se atreven a poner su nombre o a dejar de utilizar el plural (“te vamos a…�), quizá porque, como todos los cobardes no se atreverían jamás a dejar de actuar en cuadrilla
Los recuerdo y me digo que yo soy afortunado - muy injustamente - porque me dedican esa atención a mi que ni recibo el 0,7 del IRPF, ni me apodero de inmuebles que no son míos mediante inmatriculaciones inmorales, ni cobro de todas las administraciones para luego presumir de caritativo, ni evado pagar el IBI, ni poseo editoriales, ni cuento con cadenas de radio y TV, ni mando sobre políticos, ni recibo dinero de piadosos empresarios, ni cuento con universidades, ni escondo mis caudales en SICAVs para ocultarlos y no pagar impuestos, ni convierto la religión en un negocio ni� tantas cosas.
Los recuerdo y me digo que yo soy afortunado porque tampoco faltan católicos decentes que dejaron de creer hace tiempo en no pocas de las pretensiones de su jerarquía, que me escriben dándome aliento, que me agradecen noblemente el poder enterarse de la verdad tras tantos años de silencio y que se sienten profundamente avergonzados de los trolls y de sujetos semejantes porque les recuerdan épocas bochornosas del pasado.
Los recuerdo y me digo que soy afortunado porque el mismo ú dijo que era una bendición el padecer persecución por causa de la justicia y nada hay más justo que proclamar la Verdad aunque eso irrite a los mercaderes que se apoderaron del Templo.
Los recuerdo y me digo que soy afortunado porque sé que no prevalecerán contra el avance incontenible de la Verdad contenida en la Biblia y porque la Historia dice que siempre que ha existido un resquicio de libertad han retrocedido a pasos agigantados.
Sí, ciertamente, soy afortunado, gracias a Dios, siendo mucho peor que los que me precedieron. Queridos amigos, ¡Que Dios los bendiga!
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J. R. Hernández Figueiredo, “El protestantismo en la España de la II República a la luz de los informes del Archivo secreto Vaticano�, Hispania Sacra, LXIII, 127, enero-junio 2011, pp. 305-371.
Idem, Ibidem, p. 312.
Diversos ejemplos de la represión católica desencadenada contra iglesias y escuelas protestantes en J. Flores, Historia de la Biblia en España, Tarrassa, 1978, pp. 274 ss.
August 16, 2014
La Reforma indispensable (IX): Un monje llamado Lutero (III): los primeros años (III)
A pesar de su entrega y dedicación, Lutero no encontró la paz espiritual en la vida monástica. Por el contrario, su sensibilidad espiritual le conduciría por un camino muy diferente.
Aún más relevante que el avance en el terreno académico fue la evolución espiritual que experimentó el joven Martín durante aquellos años de juventud. El ambiente que Lutero encontró en el convento constituía una acentuación del espíritu católico de la Baja Edad Media que se resumía en un énfasis extraordinario en lo efímero de la vida presente y en la necesidad de prepararse para el Juicio de Dios del que podía depender el castigo eterno en el infierno o, aún para aquellos que fueran salvos, los tormentos prolongadísimos del Purgatorio. Esta cosmovisión puede resultar chocante para muchos de nuestros contemporáneos, pero resultaba indiscutiblemente cierta y clara para la mayoría de los contemporáneos de Lutero. Además era determinante ya que convertía, de forma lógica, los años de la vida presente en un simple estadio de preparación para la otra vida y contribuía a subrayar la necesidad que cada ser humano tiene de estar a bien con Dios.
Al entrar en el convento, Lutero había recibido la promesa de que la obediencia a la regla le garantizaría la vida eterna. Según propia confesión � y todo indica que no exageraba � “fui un buen monje, y cumplí estrictamente con mi orden, de tal manera que podría decir que si la vida monástica pudiera llevar a un hombre al cielo, yo habría entrado: todos mis compañeros que me conocieron puedan dar testimonio de ello�. De hecho, por citar otra referencia autobiográfica, no tenía “otros pensamientos que los de guardar mi regla� . Como ha señalado Lortz, la vida de Lutero en el monasterio no sólo fue correcta, sino que además en ella sólo buscó someterse a Dios
Al entrar en el convento, el maestro de novicios le dio Las vidas de los Padres y durante un tiempo, el joven Martín se sintió sometido a la sugestión de aquellas existencias vividas en el ascetismo hasta el punto de que fantaseó con la idea de ser un santo que viviría en el desierto de algunas verduras, raíces y agua fría . Además, Martín se entregó con entusiasmo al ayuno y a la oración sobrepasando el comportamiento habitual de otros monjes . El primer año en el convento transcurrió “pacífico y tranquilo� , pero poco después comenzaron los problemas.
Se ha especulado notablemente con el carácter de los problemas que se le presentaron al joven Martín y ha formado parte de cierta apologética antiluterana (hoy muy superada) el conectarlos con las tentaciones carnales. Lo cierto es que Martín estaba sorprendido del tormento que significaron para san Jerónimo durante años ya que a él no le atormentaron “las mujeres sino problemas realmente espinosos�. Esta sensación se fue agudizando a medida que Lutero captaba en profundidad � y vivía - los engranajes del sistema católico de salvación. De acuerdo con aquel, la misma estaba asegurada sobre la base de realizar las buenas obras enseñadas por la iglesia y de acudir, a la vez, al sacramento de la penitencia de tal manera que, en caso de caer en pecado, tras la confesión, quedaran borrados todos los pecados cometidos después del bautismo. Para los católicos de todos los tiempos que no han sentido excesivos escrúpulos de conciencia, tal sistema no tenía porqué presentarse complicado ya que el concepto de buenas obras resultaba demasiado inconcreto y, por otro lado, la confesión era vista como un lugar en el que podía hacerse, expresado de manera pedestre, borrón y cuenta nueva con Dios. Sin embargo, para gente más escrupulosa o inquieta espiritualmente, como era el caso de Lutero, el sistema era fuente de intranquilidad espiritual.
En primer lugar, se encontraba la cuestión de la confesión. Para que ésta fuera eficaz resultaba indispensable confesar todos y cada uno de los pecados pero ¿quién podía estar seguro de recordarlos todos? Si alguno era olvidado, de acuerdo con aquella enseñanza, quedaba sin perdonar y si ese pecado era además mortal el resultado no podía ser otro que la condena eterna en el infierno. Como señalaría el propio Lutero, “cuando era monje, intentaba con toda diligencia vivir conforme a la regla, y me arrepentía, confesa y señalaba mis pecados, y a menudo repetía mi confesión, y cumplía diligentemente la penitencia impuesta. Y, sin embargo, mi conciencia no podía darme nunca certeza, sino que siempre dudaba y decía: “No lo has hecho correctamente. No has estado suficientemente contrito. Te has dejado eso fuera de la confesión�. Y cuanto más intentaba remediar una conciencia insegura, débil y afligida con las tradiciones de los hombres, más me la encontraba cada día insegura, débil y afligida� .
Semejante visión no era poco común en la época. De hecho, había indicado el carácter de santidad de algunos personajes conocidos. Tal fue el caso, por ejemplo, de Pedro de Luxemburgo, asceta siempre cubierto de suciedad y de parásitos, que manifestó siempre una extraordinaria preocupación por los pecados más nimios. Todos los días apuntaba sus pecados en una cedulilla y cuando, por ejemplo por ir de viaje, no le resultaba posible, llevaba a cabo esa tarea después. A medianoche se levantaba con frecuencia para confesarse con alguno de sus capellanes que, no pocas veces, se hacían los sordos y se negaban a abrirle la puerta de sus dormitorios para administrarle el sacramento de la penitencia. De dos o tres confesiones a la semana, pasó a un par de confesiones diarias y, cuando falleció de tisis, se encontró un cajón lleno de cedulillas donde aparecían recogidos los pecados de toda su vida. El joven Martín, desde luego, no llegó a esos extremos que arrancaron de la práctica de anotar los pecados y que ya tuvo manifestaciones en el s. VII.
En segundo lugar, y aparte de la dificultad de llevar a cabo una confesión realmente exhaustiva, Lutero comprobaba que las malas inclinaciones seguían haciéndose presentes en él pese a que para ahuyentarlas recurría a los métodos enseñados por sus maestros como el uso de disciplinas sobre el cuerpo, los ayunos o la frecuencia en la recepción de los sacramentos. Cuando su director espiritual le recomendó que leyera a los místicos, Lutero encontró un consuelo pasajero, pero, finalmente, éste acabó también esfumándose. El sistema no era suficiente para remediar su desasosiego.
No cabe duda de que comportamientos como los descritos � y el de Lutero, sin duda, resultaba relativamente moderado - se enraizaban en una concepción bien firme de la justicia de Dios. En una sociedad como la nuestra donde, en amplios sectores, el concepto de pecado ha desaparecido, donde la permisividad frente a ciertas conductas inmorales es la dominante y donde se ha ido extendiendo una imagen de Dios que recuerda más a un abuelito condescendiente y, en el fondo, estúpido que al Señor que ama la justicia y la rectitud, la conducta de Lutero puede llamar la atención. Es dudoso, sin embargo, que el fallo de apreciación se encuentre en el entonces monje y no en nuestros comportamientos. Lutero, a fin de cuentas, tenía un concepto de Dios nacido directamente de las Escrituras donde se enseña que el Señor no dejará sin castigo ninguna injusticia ni puede tolerar que Su ley sea quebrantada ni que ningún culpable quede impune. Dios visita “la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen� (Éxodo 20, 4); anunciaba a Israel el castigo por los pecados (Éxodo 32, 34), castiga a los pueblos (Salmo 149, 7) y, en palabras del propio ú, castiga a los injustos al castigo eterno (Mateo 25, 46).
El primer problema que se desprende de semejante visión es el veredicto de culpabilidad humana del que Lutero � y, dicho sea de paso, cualquier otro ser humano � no podía escapar. ¿Cómo reconciliarse con un Dios que exige justicia y lo hace de una manera tan tajante y, si se nos permite la redundancia, justa? ¿Mediante buenas obras? Ya el profeta había anunciado que nuestras buenas obras, comparadas con la justicia de Dios, son semejantes a trapos de inmundicia, los mismos paños que las mujeres utilizan durante su menstruación (Isaías 64, 6). Pero es que además cualquier persona con la suficiente sensibilidad espiritual sabe hasta qué punto nuestros comportamientos distan mucho de ser totalmente puros y limpios, pero, sobre todo, es consciente de que no van a equilibrar el mal hecho ni sirven como reparación y pago. Por lo que se refería al sacramento de la penitencia, como ya hemos señalado, Lutero hallaba en él los mismos problemas que no pocos católicos responsables.
Fue entonces cuando su superior decidió que quizá la solución para la angustia de Martín podría derivar de un cambio de aires espirituales. El ambiente del monasterio quizá tenía efectos asfixiantes sobre alguien tan escrupuloso como Lutero. Era posible, por lo tanto, que la solución se hallara en que dedicara más tiempo al estudio y en que después se dedicara a labores docentes en un mundo más abierto. Así se le ordenó que se preparara para enseñar Sagrada Escritura en la universidad de Wittenberg. Esa decisión iba a cambiar radicalmente no sólo la vida del joven Martín sino también la Historia universal.
CONTINUARÁ: La Reforma indispensable (I): Un monje llamado Lutero (IV): los primeros años (IV): el descubrimiento de la Biblia
WA 38.143.25.
WA 47.92.10; 40.II.15.15; 43.255.9.
J. Lortz, Reforma�, p. 178 y 181.
WA 40.II.103.12.
WA 40.II.574.8. La entrega al ayuno, según Lutero, hubiera sido suficiente para salvarse en el caso de que efectivamente garantizara el ir al cielo (WA 40.II.453.8).
WA 8.660.31.
TR 1.240.12 y TR 1.47.15.
TR 1.240.12; TR 1.47.15.
WA 40.II.15.15; WA 40.I.615.6; WA 26.12.12.
I Have Decided to Follow Jesus
He contemplado esa actitud en no pocos católicos, la viví entre los Testigos de Jehová y no es extraña, en general, en cualquier secta. Sin embargo, la Biblia establece que la salvación no está vinculada a una organización sino a una decisión vital liga a ú el mesías. Quizá con una historia � adelanto que real � se podrá entender lo que pretendo señalar. El siglo XIX andaba por la mitad de su andadura, cuando un misionero evangélico de origen galés llegó a Assam, en el noreste de la India. En algunas de las poblaciones de la zona se seguía practicando la “caza de cabezas�, pero no parece que aquel galés se desanimara. Finalmente, en una de las aldeas de la región, tuvo lugar la conversión de una familia. Como en tantas otras ocasiones, antes y después, semejante paso implicó dificultades sin cuento. El jefe de la aldea conminó al padre de familia a abandonar su fe recién abrazada. La respuesta del hombre fue contundente: He decidido seguir a ú. A su firmeza, respondió el caudillo local descargando un torrente de amenazas sobre la familia. Pero el hombre no se dejó amilanar y le dijo: Aunque nadie se me una, seguiré. El jefe de la aldea ordenó entonces que le dieran muerte tanto a él como a su esposa. Mientras lo ejecutaban, el hombre comenzó a cantar: La cruz delante, atrás el mundo. El matrimonio murió, pero aquel despliegue de fe provocó una reacción espiritual en los que les habían arrancado la vida. Tanto el jefe de la aldea como algunos de sus habitantes también decidieron seguir a ú.
Sería un converso indio � extraordinario personaje � llamado Sadhu Sundar Singh el que tomó las palabras del mártir y escribió con ellas una canción. Como música, utilizó la de una melodía titulada Assam por la región de India en que se encontraba. Sin embargo, la canción nacida en la India e inspirada en el testimonio hasta la muerte de un sencillo aldeano y su esposa saltaría pronto a América. Por cierto, los misioneros católicos hicieron lo imposible para captar a Sadhu Sundar Singh, pero nunca lo consiguieron. ¿Cómo iba a cambiar a Cristo por una organización por mucho que ésta insistiera en ser la única iglesia verdadera? Sadhu Sundar Singh sabía de sobra � era un buen conocedor de la Biblia � que una organización que tiene esas pretensiones ni siquiera conoce lo que las Escrituras enseñan sobre el Pueblo de Dios. Pero volvamos a nuestra historia. William Jensen Reynolds, un especialista en himnos, realizó unos arreglos e incluyó la canción en el Asembly Songbook de 1959. No tardó en convertirse en una canción extraordinariamente popular en medios evangélicos.
Al poco de convertirme al cristianismo que enseña la Biblia, escuché por primera vez esta canción. La cantaba el grupo de jóvenes de mi iglesia y la aprendí enseguida dada su sencillez. “He decidido seguir a Cristo, no vuelvo atrás, no vuelvo atrás. Detrás el mundo, la cruz delante, no vuelvo atrás, no vuelto atrás. El rey de gloria me ha transformado, el rey de gloria me ha transformado, no vuelvo atrás, no vuelto atrás�. Recuerdo que en la versión española se había añadido una estrofa que decía “Aunque me llamen un protestante, no vuelvo atrás�. Dada la persecución sufrida a lo largo de la Historia de España, incluso en el siglo XX, no estaba de más aquel añadido. A mi me sigue sucediendo lo mismo. Me consta � me lo han dicho más de una vez � que ciertos personajes religiosos llevan muy mal que no pertenezca a su grupo. Nunca lo haré. Yo decidí seguir a ú hace más de tres décadas y no lo voy a cambiar por organizaciones en que un ser humano tiene la desfachatez de afirmar que sustituye a Cristo o que es la cabeza visible de su iglesia cuando es sabido que la iglesia tiene una sola cabeza y que ésa es el mesías. En cuanto a ciertas personas pueden insultarme, intentar denigrarme, atreverse a tergiversar mis palabras� me da igual. Yo seguiré a ú hasta mi último aliento y jamás, jamás, jamás a los que han negado sus enseñanzas y además pretenden representarlo. Con todo � regresemos de nuevo - lo más impresionante era la manera en que se afirmaba lo que muchos hemos sentido: que decididos a seguir a ú, no vamos a dar la vuelta. La canción me sigue impresionando enormemente cuando la oigo hasta tal punto de que, hace tiempo, dispuse que fuera una de las que se entonaran en mi funeral si tal evento llega a tener lugar. Simboliza como pocas lo que hay en mi corazón y en el de otras personas que un día se encontraron no con una institución, no con una organización religiosa, no con un personaje que afirma que representa a Dios sino con ú el mesías. Nada puede sustituir esa experiencia.
Les incluyo dos versiones. La inglesa es de un culto evangélico en Australia; la española � en versión breve � pertenece a un álbum del cantante Rojo. Disfruten de ambas. God bless ya!!! ¡Que Dios los bendiga!
La versión en inglés la he tomado de una iglesia evangélica en Australia. Es tomada de un culto. Me parece extraordinariamente hermosa.
La versión española es de Rojo que suele utilizarla como final de sus recitales.
August 14, 2014
Séneca, el primer filósofo hispano
Perteneciente a una ilustrísima familia de la Bética, pasó sus primeros años en el hogar de su tía Marcia lo que le proporcionó una esmerada educación y la posibilidad de viajar a Egipto donde conoció las ciencias naturales e incluso el misticismo pitagórico. En el año 31, regresó a Roma donde ni el asma que padecía desde niño le impidió comenzar una carrera política. Su enfermedad lo libró de ser ejecutado por orden del emperador Calígula que lo envidiaba como orador. Claudio también pensó darle muerte aunque, al final, prefirió desterrarlo a Córcega. Aprovechó los ocho años de su exilio en escribir libros de filosofía y, finalmente, regresó a Roma para convertirse en tutor del futuro emperador Nerón. Al llegar al tono con diecisiete años, Nerón colocó el gobierno de Roma en manos de Séneca y de Sexto Afranio Burro. Según Trajano, aquellos años fueron los de “mejor y más justo gobernó de toda la época imperial�. Séneca y Burro bajaron los impuestos, combatieron la corrupción y aseguraron las fronteras imperiales, logros suficientes para provocar la envidia. El ataque contra Séneca vino desencadenado por Publio Sulio Rufo que lo acusó de acostarse con Agripina, la madre de Nerón. En 59 d. de C., Agripina fue asesinada por su hijo Nerón. Séneca y Burro intentaron evitar un destino semejante liberando al emperador de cualquier responsabilidad en el crimen. Sin embargo, en el 62 d. de C., cayó Burro y Séneca solicitó retirarse de la vida pública. Aprovechó aquel tiempo para viajar con su segunda esposa, Paulina, y para escribir lasCartas a Lucilio. Un intento de asesinato contra él se vio frustrado gracias a su rigurosa dieta, pero el año 65, se le acusó de ser parte de la conjura de Pisón contra Nerón. Seguramente, se trataba de una acusación falsa, pero fue condenado a muerte. Optó entonces por suicidarse. Conducido a un baño caliente, el vapor y el asma acabaron con su vida. Su fama como estoico perduraría en los siglos siguientes en que cristianos e incrédulos lo tomaron como precursor. Ciertamente, son escasos los filósofos que han alcanzado una repercusión semejante.
Próxima semana: Trajano, el primer emperador hispano
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