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“Quizá de eso se trataba la felicidad, de ver a tus amigos felices bailando a tu alrededor. Tener a alguien importante para ti, alguien en quien apoyarte, y saber, que en algún sitio muy, muy cerca podía estar el amor rondando.”
― Helena Moran-Hayes, Café y Martinis

“¿Por qué hacemos esto?
Si yo fuese inteligente, sabría la respuesta a esta pregunta. Creo que todo lo que hacemos lo hacemos porque es lo que más se acerca a continuar siendo niños. Porque ninguno de nosotros podía aceptar que lo de ser niños se había terminado, y queríamos seguir jugando. Queríamos disfraces y aventuras y fantasía y romance. Y esto era un sustitutivo decente: las chapas de hojalata, y el llavero dringui-li-drong, las canciones escandalosas, la ropa rasgada, los empujones por las esquinas, los cabellos de colores y el grupo. La panda. Los cuatro. Los Cuatro y el Misterio de las Duelistas. Tom Sawyer y Huckleberry Finn: Carnaval y yo, los dos allí, Dos Años de Vacaciones en nuestra propia miseria.

¿No es eso la adolescencia, después de todo? Un estiramiento inhumano y antinatural y dañino de la niñez. Un disparar los últimos cartuchos antes de ingresar en la vejez. Sólo que algunos cabezotas nos encariñamos con ella y, terminados los cartuchos, cargamos con la bayoneta, y luego, cuando ésta se rompió, fuimos a la carga con la culata, y luego con las manos, y luego con el culo y luego con los dientes. Con lo que hiciera falta. Sin aceptar la derrota, estúpidamente. El cuerpo de la gallina que sigue correteando tras el descabezamiento y aún no le ha llegado la información de que Ya No. Eh, Tú, Que Ya Está. La cola de lagartija, altamente desinformada de la situación actual. La cola de lagartija, enzarzada en una nueva victoria pírrica y quizás, seguro, inútil. Ahí, sobreviviendo sin futuro.

Ahí, bailando.

Bailar es lo que haces cuando aún no te has enterado de lo mal que están las cosas. O cuando ya te has enterado, pero quieres olvidarlo a toda costa, ¿no? Bailar para no llorar. Bailar para mantener alejada la marea de la tristeza.

Si yo fuese inteligente, sabría todo esto.

Pero no lo soy, y no lo sé.”
― Kiko Amat

“Primero está la soledad.
En las entrañas y en el centro del alma:
ésta es la esencia, el dato básico, la única certeza;
que solamente tu respiración te acompaña,
que siempre bailarás con tu sombra,
que esa tiniebla eres tú.”
― Darío Jaramillo Agudelo

“Exactamente lo mismo me pasó, años después con el baile. Mis hermanas eras todas grandes bailarinas, y yo tenía buen oído, como ellas, al menos para cantar, pero cuando ellas me invitaba a bailar, yo ponía el acento del baile donde no era, con una arritmia total, o con el mismo ritmo de las risas de ellas cuando me veían mover los pies.”
― Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos

“Me gustaría bailar igual que ella, ser profesional del baile, dijo el pelao cuando salimos del Metropol y quedé supercortada porque los bailarines siempre son maricas. Y, ¿para qué?, le pregunté. Para bailar contigo, contestó él, y me tranquilicé y lo vi otra vez tan tierno y bonito que lo agarré a besos.”
― Sergio Álvarez Guarin, 35 muertos

“El primer baile es el peor baile; el último baile es el mejor! Todos los caminos de la práctica persistente conducen a la terreno de la perfección!”
― Mehmet Murat ildan

“El primer baile es el peor baile; el último baile es el mejor baile! Todos los caminos de la práctica persistente conducen a la Tierra de la Perfección!”
― Mehmet Murat ildan

“Se estiver frio e nublado lá fora,
E voce quer ser boa companhia,
Deixe seus problemas embora,
Faça uma �岹��ç��, baile e sorria!”
― Ana Claudia Antunes, Felicidade de A a Z: Dicas para viver e romper as barreiras que separam você de conseguir aquele emprego tão sonhado

“Em 1959, poucas mulheres no subúrbio tinham emprego, mas Ferguson e seu amigo tinham mães que eram mais que donas de casa e, consequentemente, foram obrigados a serem mais independentes e autoconfiantes do que a maioria de seus colegas de escola, e agora que tinham doze anos e começavam a curva que levava ao portão da ����DZ������ê�Գ�����, o fato de terem largos intervalos de tempo, só para eles, sem a supervisão de ninguém, estava se revelando uma vantagem, pois nessa etapa da vida os pais são, seguramente, as pessoas menos interessantes do mundo, e quanto menos tivermos de ficar com eles, melhor. Portanto, os dois podiam ir à casa de Ferguson depois da escola e ligar a televisão pra ver American Bandstand ou Million Dollar Movie sem medo de serem repreendidos por desperdiçar as últimas horas preciosas da luz do dia sentados dentro de casa numa tarde tão linda. Por duas vezes naquela primavera, eles conseguiram convencer Glória Dolan e Peggy Goldstein a irem para casa com eles, para bailes a quatro, na sala, e como nessa altura Ferguson e Glória já eram veteranos em beijar, seu exemplo inspirou Howard e Peggy a experimentarem sua própria iniciação na complexa arte do beijo de língua.”
― Paul Auster, 4��3��2��