Normalidad Quotes
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“Dud¨¦ mucho antes de convencerme a m¨ª misma de que deb¨ªa seguir con aquel cometido. Reflexion¨¦, sopes¨¦ opciones y valor¨¦ alternativas. Sab¨ªa que la decisi¨®n estaba en mi mano: s¨®lo yo ten¨ªa la capacidad de elegir entre seguir adelante con aquella vida turbia o dejarlo todo de lado y volver a la normalidad (¡)
Dejarlo todo y volver a la normalidad: s¨ª, aqu¨¦lla sin duda era la mejor opci¨®n. El problema era que ya no sab¨ªa d¨®nde encontrarla. ?Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crec¨ª y que a¨²n se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ?Se la llev¨® Ignacio Montes el d¨ªa en que se fue de mi plaza con una m¨¢quina de escribir a rastras y el coraz¨®n partido en dos, o quiz¨¢s me la rob¨® Ramiro Arribas cuando me dej¨® sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ?Se encontrar¨ªa la normalidad en Tetu¨¢n de los primeros meses, entre los hu¨¦spedes tristes de la pensi¨®n de Candelaria, o se disip¨® en los s¨®rdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ?Me la dej¨¦ en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levant¨¦? ?Se la apropi¨® tal vez F¨¦lix Aranda alguna noche de lluvia o se la llev¨® Rosalinda Fox cuando se march¨® del almac¨¦n del Dean¡¯s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de T¨¢nger? ?Estar¨ªa la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ?Acab¨® con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastr¨® quiz¨¢s consigo un periodista a quien no me atrev¨ª a querer por pura cobard¨ªa? ?D¨®nde estaba, cu¨¢ndo la perd¨ª, qu¨¦ fue de ella? La busqu¨¦ por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dorm¨ª sin hallarla.
Al d¨ªa siguiente despert¨¦ con una lucidez distinta y apenas entreabr¨ª los ojos, la percib¨ª: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los d¨ªas que quedaron atr¨¢s: tan s¨®lo se encontraba en aquello que la suerte nos pon¨ªa delante cada ma?ana. En Marruecos, en Espa?a o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia brit¨¢nica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, all¨ª estar¨ªa ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por l¨¢mparas de ara?a o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era m¨¢s que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estar¨ªa conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no ten¨ªa el menor sentido.”
― The Time in Between
Dejarlo todo y volver a la normalidad: s¨ª, aqu¨¦lla sin duda era la mejor opci¨®n. El problema era que ya no sab¨ªa d¨®nde encontrarla. ?Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crec¨ª y que a¨²n se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ?Se la llev¨® Ignacio Montes el d¨ªa en que se fue de mi plaza con una m¨¢quina de escribir a rastras y el coraz¨®n partido en dos, o quiz¨¢s me la rob¨® Ramiro Arribas cuando me dej¨® sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ?Se encontrar¨ªa la normalidad en Tetu¨¢n de los primeros meses, entre los hu¨¦spedes tristes de la pensi¨®n de Candelaria, o se disip¨® en los s¨®rdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ?Me la dej¨¦ en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levant¨¦? ?Se la apropi¨® tal vez F¨¦lix Aranda alguna noche de lluvia o se la llev¨® Rosalinda Fox cuando se march¨® del almac¨¦n del Dean¡¯s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de T¨¢nger? ?Estar¨ªa la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ?Acab¨® con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastr¨® quiz¨¢s consigo un periodista a quien no me atrev¨ª a querer por pura cobard¨ªa? ?D¨®nde estaba, cu¨¢ndo la perd¨ª, qu¨¦ fue de ella? La busqu¨¦ por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dorm¨ª sin hallarla.
Al d¨ªa siguiente despert¨¦ con una lucidez distinta y apenas entreabr¨ª los ojos, la percib¨ª: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los d¨ªas que quedaron atr¨¢s: tan s¨®lo se encontraba en aquello que la suerte nos pon¨ªa delante cada ma?ana. En Marruecos, en Espa?a o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia brit¨¢nica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, all¨ª estar¨ªa ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por l¨¢mparas de ara?a o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era m¨¢s que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estar¨ªa conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no ten¨ªa el menor sentido.”
― The Time in Between

“La gente se cree con derecho a escarbar en aquello que considera raro hasta dar con una explicaci¨®n.”
― ¥³¥ó¥Ó¥ËÈËég [Konbini ningen]
― ¥³¥ó¥Ó¥ËÈËég [Konbini ningen]

“Aquella anormalidad que se traduc¨ªa en su desapego, en su ausencia de la vida com¨²n? Los hombres normales no eran buenos, porque la normalidad se paga siempre, consciente o inconscientemente, a un precio muy caro, con una serie de complicidad, estupidez, vileza, cuando no precisamente de criminalidad.”
― The Conformist
― The Conformist

“Nosotros somos gente normal. ?sa era la absurda definici¨®n que mi padre hac¨ªa de nosotros. Luch¨¦ contra ello, con el deseo callado de no ser normal, de ser alguien especial. Pero nunca pude sacudirme de encima ese estigma, el de ser normal.”
― Tierra de campos
― Tierra de campos

“El teatro de la realidad era siempre la misma funci¨®n cotidiana y el sue?o de la realidad era m¨¢s hermoso que la propia vida.
Nada m¨¢s cierto que cuando comenzaba la ma?ana y la radio sonaba al despertar, sent¨ªa como de alguna manera no era sino la tarea de S¨ªsifo, de vivir el para¨ªso de los sue?os, sino para repetir en la realidad la condena cada nuevo d¨ªa.
Entonces este hombre, nunca sabr¨¦ si en un sue?o o en un espacio entre la realidad y los sue?os encontr¨® a su Pen¨¦lope, que cada d¨ªa viv¨ªa en un mar de infinitas posibilidades para olvidar y destejer el ovillo de la realidad en un mismo sue?o cada noche, para despertar en un cama de hotel diferente, en una enso?aci¨®n, en un viaje alrededor del mundo de lo imposible.
Sucedi¨® que la divina casualidad, el m¨¢s puro azar o algo inexplicable, hizo que ambos despertaran en el mismo sue?o, en la misma cama, en un mismo d¨ªa.
A ella le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galer¨ªa de espejos paralelos hasta que ¨¦l le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto despertando hacia atr¨¢s.
Era un amor verdadero, que viv¨ªa algo as¨ª como el d¨ªa infinito, la realidad de la costumbre, que tej¨ªa su amor entre la realidad y los sue?os. Sin saber qu¨¦ parte era ficci¨®n, qu¨¦ parte realidad, qu¨¦ d¨ªa era o en qu¨¦ lugar estaban, tan solo un amor hacia el infinito de lo posible o de lo imposible. Era amor y lo dem¨¢s, qu¨¦ importa.”
― La Gran Mentira
Nada m¨¢s cierto que cuando comenzaba la ma?ana y la radio sonaba al despertar, sent¨ªa como de alguna manera no era sino la tarea de S¨ªsifo, de vivir el para¨ªso de los sue?os, sino para repetir en la realidad la condena cada nuevo d¨ªa.
Entonces este hombre, nunca sabr¨¦ si en un sue?o o en un espacio entre la realidad y los sue?os encontr¨® a su Pen¨¦lope, que cada d¨ªa viv¨ªa en un mar de infinitas posibilidades para olvidar y destejer el ovillo de la realidad en un mismo sue?o cada noche, para despertar en un cama de hotel diferente, en una enso?aci¨®n, en un viaje alrededor del mundo de lo imposible.
Sucedi¨® que la divina casualidad, el m¨¢s puro azar o algo inexplicable, hizo que ambos despertaran en el mismo sue?o, en la misma cama, en un mismo d¨ªa.
A ella le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galer¨ªa de espejos paralelos hasta que ¨¦l le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto despertando hacia atr¨¢s.
Era un amor verdadero, que viv¨ªa algo as¨ª como el d¨ªa infinito, la realidad de la costumbre, que tej¨ªa su amor entre la realidad y los sue?os. Sin saber qu¨¦ parte era ficci¨®n, qu¨¦ parte realidad, qu¨¦ d¨ªa era o en qu¨¦ lugar estaban, tan solo un amor hacia el infinito de lo posible o de lo imposible. Era amor y lo dem¨¢s, qu¨¦ importa.”
― La Gran Mentira

“Pasaron los a?os y no conoc¨ª a otro hombre con quien poder jugar un poco con las palabras haciendo la cosa mala, como quien dice. Nunca m¨¢s un amante convers¨® y rio conmigo mientras ten¨ªamos sexo. Y el fue asimilada por la gran absoluta nada que es el mundo de los hombres, que se casan para olvidarse d¨®nde y con qui¨¦n la vida les ardi¨® un poco”
― La novia de Sandro
― La novia de Sandro

“Porque estar loco, al menos, era algo que pod¨ªa tratarse. ?El mundo ten¨ªa locos de sobra! ?Qu¨¦ da?o har¨ªa ser uno m¨¢s? Pero si en verdad ced¨ªa a los comentarios de esa entidad, a lo que intentaba comunicarle, ?d¨®nde terminar¨ªa, hasta d¨®nde lo llevar¨ªa? Quiz¨¢s la ¨²nica forma de saberlo, ser¨ªa abrir la puerta a esa posibilidad.”
―
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“La invenci¨®n permanente de nuevas normalidades que glosan, sustituyen o ampl¨ªan las normalidades existentes fue una constante en la ³¾¨²²õ¾±³¦²¹ de tradici¨®n popular del siglo XX, sin importar qu¨¦ entienda uno, o qu¨¦ quiera entender, por ¡°³¾¨²²õ¾±³¦²¹ de tradici¨®n popular del siglo XX¡±. Incontables compositores e int¨¦rpretes preservaron, negaron y reinventaron esas nuevas normalidades. A veces lo hicieron para p¨²blicos masivos, otras veces frente a dos o tres borrachos arrumbados en una mesa de bar. En ocasiones fue mediante una nota de m¨¢s o de menos en una canci¨®n, perdida o ganada por un error, un malentendido, una distracci¨®n; en otras, a trav¨¦s de grandes obras autoconscientes que pusieron en duda hasta el ¨²ltimo retazo de su propia legitimidad. La premisa de que las realidades naturalizadas por una combinaci¨®n de sonidos y silencios pod¨ªan discutirse, que deb¨ªan discutirse, coloc¨® al riesgo en el centro de la maquinaria de fabricaci¨®n de artefactos musicales de las industrias culturales del siglo XX. Los desv¨ªos y los quiebres empezaron a pasar desapercibidos, a darse por sentados, a ignorarse porque eran las normas y no sus excepciones.”
― Nosotros, los normales: GG Allin en el infierno punk
― Nosotros, los normales: GG Allin en el infierno punk
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